Los Ingenieros en Annual. Capitán Antonio Sarmiento León-Troyano

EPISODIOS DEL REVÉS DE JULIO DE 1921
DEDICATORIA
El fraternal cariño, y la más rendida admiración por los que fueron
camaradas nuestros, me impulsaron ha tiempo a escribir estas cuartillas.
Sirvan ellas de humilde homenaje a su memoria.
I
Mediaba el mes de mayo del nefasto 1921. La pacificación de la zona avanzaba de modo inesperado para los que, como nosotros, no intervenían de un modo directo en la política de atracción y protectorado.
Las seis compañías de zapadores de la Comandancia de Ingenieros de Melilla, reforzados sus efectivos con soldados de Infantería y empleando cuadrillas de trabajadores indígenas recién sometidos, se distribuían por el territorio últimamente ocupado, perfeccionando los caminos, las posiciones, las aguadas; prosiguiendo su misión sin descanso, después de la inauguración de la carretera Batel-Drius, esmerada obra donde la voluntad, el ingenio, la perseverancia y disciplina de nuestros oficiales y tropas dejaban, una vez más, el sello de su elevado espíritu, de sus indiscutibles méritos…
Las compañías de telégrafos sustituían los tendidos de campaña por líneas permanentes; sus capitanes, Más y Arenas, dirigían, juntamente con sus oficiales, los trabajos.
Escalante, capitán de la 6ª de zapadores, quedaba en Drius con su compañía terminando, entre otros detalles, el afirmado sobre el puente de hierro del Kert, cuya construcción y corrimiento se habían efectuado poco antes a las órdenes de los capitanes Llabrés y Arenas, e iniciaba los trabajos del poblado de aquella posición llamada a ser de las más importantes del sector oriental. García Andújar se instalaba en Ben Tieb con la 3ª, que habría de cooperar en la rectificación del camino de Anual que se deseaba habilitar para todo tránsito rodado A igual fin, Maroto había recibido la orden de trasladarse a este último campamento desde Sidi-Dris, posición que fortificó y en cuyas inmediaciones dejaba terminado un desembarcadero provisional. Juntamente con esta 5ª compañía volvía la 2ª, cuyo capitán Eguía fuertemente atacado por el paludismo, entregaba el mando a Reixa, entretanto llegaba Aguirre que, recién destinado, se hizo cargo de ella en la imborrable fecha del 1º de junio. Ponce de León, con la 4ª, se incorporó en Izummar a la 1ª, mandada por Nueve Iglesias.
De intento he dejado para el final a esta compañía, la más íntimamente ligada a las comunicaciones de Anual desde su ocupación.
Las dificultades de acceso del llano del Sepsa a la posición de Anual, y en general a todas las ocupadas en Beni-Ulixek, eran tales que resultaba peligroso hasta el paso a caballo por muchos sitios. Nueve Iglesias, encargado de su arreglo, lo hizo tan a satisfacción del Alto Mando, que fue citado en la siguiente Orden General del día 1º de febrero del corriente año:
Emplazadas en las posiciones de Anual, Izummar y Morabo de Sidi-Mohammed la artillería de posición que les fue asignada, me es sumamente grato hacer pública la satisfacción que me ha producido la actividad, celo y acierto desplegados por el teniente coronel de la Comandancia de Artillería D. Joaquín Gay Borrás, comandante de la misma Unidad D. Jesualdo Martínez Vivas y capitán de Ingenieros D. Francisco Nueve Iglesias Senra y personal a sus órdenes, para, en muy corto tiempo, vencer las dificultades que la falta de camino y lo abrupto del terreno, en la casi totalidad de su largo recorrido, oponían a la realización de este cometido.
Felicito por todo ello a los citados jefes, capitán y personal de referencia, haciéndolo público por la presente Orden General para conocimiento de todos y satisfacción de los interesados.
Lo que de orden de S.E. se publica en la de este día para conocimiento.-
El Coronel Jefe de E.M.-Gerardo Sánchez-Monge.
El estudio del trazado de una carretera o camino militar en tan variado como desconocido terreno exigía, naturalmente, un detenimiento que las necesidades militares estaban muy lejos de consentir. El Alto Mando, entendiéndolo así, aplazó los tanteos para cuando la situación permitiera abordarlos por puntos que, geográficamente, fueran los más naturales pasos al valle del Nekor. El teniente coronel D. Mariano Campos, que en su día habría de encargarse de tales proyectos, dirigía, por el pronto, la construcción de una pista de herradura que facilitaría el aprovisionamiento de Anual. A las órdenes de este jefe Nueve Iglesias comenzó los trabajos partiendo de Ben-Tieb; Maroto y Eguía venían a su encuentro trabajando desde Anual.
El trazado de la pista, aunque con tramos de excesivas pendientes para el paso de automóviles, consentía, si bien no era su objeto, el de los coches rápidos; y cuando fue preciso, poniendo a prueba la instrucción y pericia del personal automovilista del Centro Electrotécnico y el excelente estado del material a él confiado, llegaron los camiones hasta el pie de Izummar, donde el camino quedaba interrumpido.
He dicho cuando fue preciso; lo fue porque Anual adquirió una permanencia que en un principio nadie pudo prever. Acontecimientos en la labor política o preparativos militares de gran urgencia exigieron mayor actividad en los aprovisionamientos. A los interminables convoyes de acémilas y camellos seguían trabajosamente los camiones cargados de víveres, de municiones, de toda clase de elementos. El nuevo plan hacía imprescindible la rectificación del camino en algunos puntos y la construcción de puentes o viaductos del momento en otros; de lo primero quedaron encargadas las compañías de zapadores, distribuidas en la forma antes detallada; de lo segundo, una sección de los talleres de la Comandancia a mis órdenes, que comenzó por el tendido de un puente de madera que salvaba los dos más importantes barrancos en su confluencia, con una luz de 50 metros.
Acampábamos en Izummar con las compañías de Ponce y Nueve Iglesias. Ninguna fortificación nos protegía; vivaqueábamos. Era tal la tranquilidad y la confianza reinantes que junto a las tiendas de nuestros soldados montaban sus “jaimas” y cafetines los trabajadores indígenas, cuyas kábilas quedaban más alejadas; variaba el número de ellos cada día, pero nunca fue inferior a un centenar.
El hallarse en el mes de Ramadan, el mes de las veladas, de los festines y de los cánticos nocturnos, hacía algo molesta su presencia; si bien, rendidos por el trabajo del día, pronto daban fin a sus rezos y se entregaban al descanso. Nada extraordinario pudimos notar en ellos capaz de hacernos prever la agitación que se avecinaba; ciertamente, la demanda de trabajo era escasa, mas la época de siega y el Ramadan, cuando no la idiosincrasia tradicional del moro, lo justificaban sobradamente.
Ricas tierras son las de Tensaman y Beni-Ulixek; la fértil y profunda capa vegetal hace frecuentes y fecundos sus huertos; frondosos sus árboles, entre los que abundan los añosos olivos y los degenerados acebuches, que, curvando sus retorcidas ramas hacia el suelo, brindan sombra al caminante. En los valles y laderas comenzaban a dorarse las apretadas espigas prometiendo espléndida cosecha.
En contraste con los llanos de M´Talza, apenas cultivados, no es extraño que estas tierras nos parecieran exuberantes en color, en vida y en riqueza. Las viviendas, aunque con la distribución general de la casa bereber, acusaban cierto gusto arquitectónico; los cuidados y regulares aparejos de las mamposterías, las cornisas, los retallos, los almenados de piedras o adobes en el coronamiento de los muros y cercas, eran detalles que no estábamos acostumbrados a encontrar en las construcciones indígenas.
No obstante, las lluvias intempestivas habían mermado considerablemente las cosechas los dos últimos años. España no había podido extender su inagotable generosidad a estas kábilas, hasta entonces insometidas. El invierno aumentó el pauperismo grandemente; por eso, al principio abundaron los trabajadores que, aparte de sus jornales, aseguraban a los suyos la doble ración de pan que diariamente les entregábamos; por eso, también las compañías de zapadores en trabajos eran seguidas por verdaderas jaurías de chiquillos famélicos, desnudos, amoratados, desnutridos, enfermos, verdaderos catálogos vivientes de patología infantil; a lobeznos, más que a criaturas humanas, semejaban aquellos desgraciados, disputándose los huesos y restos de rancho caídos en tierra que, mezclados con ella, roían o comían ávidamente, hasta que los soldados, compadecidos, llenaban con las sobras sus cazuelas y latas, con las que corrían presurosos hacia los aduares, donde eran esperados con ansia, que el hambre no respeta preceptos restrictivos, por coránicos que sean…[1]
Aquellos niños habían de comenzar, poco después, el entrenamiento de sus instintos criminales, ayudando a sus mayores a profanar y saquear los mutilados cadáveres de los que fueron sus bienhechores, sacrificados alevosamente, con las más despiadadas e inicuas crueldades.

II
El día 1º de junio, Maroto, con las 2ª y 5ª compañías, fortificó la posición de Abarrán, guión que fue de nuestro avance.
Cuando acababan de almorzar, de vuelta ya de la operación, en el mismo camino, al pie de Izummar, el Comandante General, sus ayudantes y algunos oficiales de su Estado Mayor, un intenso cañoneo, que duró muy poco tiempo, atrajo la atención de todos sobre Abarrán… Siguió un prolongado silencio que tranquilizó a los que escuchaban. Momentos después emprendían nuevamente la marcha hacia Melilla, adonde llegaban al mismo tiempo que entraban horrorizados en Anual los primeros fugitivos de aquella posición avanzada. A la caída de la tarde, desconocedores aún del desastre, mirábamos desde nuestro campamento hacia Occidente, pretendiendo ver Abarrán: la bruma nos lo impidió y el sol… que se ponía para nosotros.
¡Dura noche fue, también, aquella para Sidi-Dris!
Muy de mañana volvíamos al trabajo al día siguiente y fuimos sorprendidos al encontrarnos a casi todas las fuerzas indígenas del territorio en marcha forzada hacia Anual; nuestra perplejidad aumentó al ver que los oficiales acudían a nosotros ansiosos de noticias. Nosotros nada sabíamos, ellos nos enteraron… La confirmación nos la dio el infortunado coronel de Estado Mayor D. Gabriel Morales, con una sola pregunta: ¿Y Sidi-Dris?... de la que dedujimos la pérdida de Abarrán.
La noticia del hecho insólito llegó con la rapidez del rayo a las más apartadas kábilas de la zona sometida; por los poblados y en la Plaza misma corrió un estremecimiento de temor y desconfianza. Una columna de 2.000 hombres, aproximadamente, al mando del coronel Manella, del Regimiento de Caballería de Alcántara, y formada en su mayor parte por los destinos de plaza y cuerpo, desfilaba por la calle de Alfonso XIII, devolviendo la tranquilidad a los espíritus más frívolos, no así a los más perspicaces que vieron en ella la demostración de nuestra escasa fuerza. En el ánimo de todos los españoles no había más que un anhelo: el de un inmediato y ejemplar castigo de la harka traidora… Pero, ¿podíamos aventurarnos a un fracaso cuando detrás de nuestras tropas y atenazándonos contra el enemigo se alzaba misterioso el fantasma de Beni-Said y sentíamos la general expectación de las kábilas sometidas?... España y Kaddur-Baamar, leal jefe hasta entonces de la de Beni-Said, habrían de dar la respuesta…
En los días que siguieron a la pérdida de Abarrán nuestras compañías fortificaron algunas nuevas posiciones a retaguardia y reforzaron las defensas accesorias de casi todas las de primera línea, pues el enemigo, crecido y envalentonado por la victoria y la impunidad, amenazaba con nuevos ataques a Yebel-Uddia, posición B. Izummar, Anual, Dar-bu-Meyan, y especialmente a Igueriben, a la que hostilizaban con tenacidad. Los servicios de seguridad, las descubiertas y los convoyes daban lugar a frecuentes escaramuzas que, generalizándose, llegaban a ser duros combates en los que las fuerzas de vanguardia, indígenas la mayor parte de las veces, sufrían considerables bajas. Este excesivo y continuado castigo es indudable que, a la larga, habría de relajar la moral de las mismas.
Entretanto, el enemigo seguía en aumento y se organizaba a las órdenes de Sidi-Mohammed-Ben-Abd-el-Krim, amigo antes, y al servicio de España durante algunos años, como “juez de jueces” de la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas de Melilla.
No era Abd el-Krim el de mayores prestigios entre los jefes de Beni-Urriaguel; mas ambicioso y no exento de talento, eligió el momento preciso de nuestra debilidad y confianza máximas para asestarnos traidoramente el golpe de Abarrán que, pregonado de zoco en zoco, juntamente con tendenciosas proclamas del estado de indefensión de España, invitaban a la guerra santa al pueblo fanático e ignorante que, colmando la ambición del cabecilla, acudía a engrosar la harka frente a nuestras posiciones avanzadas de Tensaman[2]. Emisarios en gran número recorrían, a la vez, las kábilas sometidas, excitándolas al levantamiento general…
Hemos dicho que, consecuentemente con la pérdida de Abarrán, se rectificó nuestra primera línea de posiciones. El Comandante General dirigió personalmente la ocupación de Taliti, posición intermedia entre Anual y Sidi-Dris, ocupándose de su fortificación las compañías de zapadores de Anual, al mando del Jefe de Ingenieros del sector, cargo en que alternaban los comandantes Alzugaray y Bengoa. El General segundo Jefe, Barón de Casa-Davalillos (a cuyas inmediatas órdenes quedaron el coronel, Ingeniero comandante D. José López Pozas y el teniente coronel D. Luis Ugarte), eligió los emplazamientos de las que se llamaron posiciones “A y B” fortificadas respectivamente por las compañías de García Andújar y Ponce de León, que las guarnecieron entretanto llegaron las Unidades de Infantería destinadas a tal cometido; el mismo General, días después, ocupó Igueriben, donde trabajaron reunidas las tres últimas compañías de Ingenieros que acabamos de citar.
El enemigo seguía creciendo moral y materialmente. España había dicho: “Ni un hombre más”… Y la desconfianza y el pesimismo, exteriorizados sin recato por unos y otros, nos empequeñecían, quebrantando la mutua fe, base imprescindible de toda superioridad.
Tales fueron las impresiones con que volví a Melilla a mediados de junio una vez que mis trabajos quedaron terminados.[3]
Las compañías de zapadores daban entonces atención preferente a la terminación del camino de Anual, por donde tenían que pasar casi todos los elementos de nuestro ejército en breve plazo… La Orden de la Comandancia de Ingenieros del día 25 de junio transcribía en su artículo 1º la siguiente felicitación:
                El Excmo. Sr. Comandante General de este territorio, en oficio (Sección campaña) fecha 22 del actual, me dice:
El General, segundo jefe, me da conocimiento de que en el día de ayer regresó desde Anual, saliendo en coche ligero del pie mismo del campamento, lo que evidencia la labor llevada a cabo en el camino en construcción, para la unión de los tajos encargados del mismo, habiéndome producido viva satisfacción que transmito a V.S. para conocimiento de las tropas que lo han ejecutado, esperando poder felicitarlas muy en breve a la terminación de su obra que permitirá la apertura del camino a los camiones automóviles.
Transmito a todos los sufridos zapadores e infantes agregados tan justa y sentida felicitación, esperando de su espíritu y perseverancia la pronta terminación de esos trabajos que tanto han de facilitar la misión del resto del ejército en la consecución de sus principales fines.
El Coronel.-López y Pozas
Tres días más tarde llegaban los camiones a Anual, siguiéndose el perfilado del camino activamente. Como jefe encargado de las compañías quedaba, por orden expresa del Alto Mando, el comandante del sector.
III
Atrincherado el enemigo que cercaba a Igueriben, hizo imposible la llegada del convoy a esta posición el día 18 de julio y malogró los intentos que al mismo fin y con más fuerzas de protección se hicieron los días 19 y 20.
La situación era gravísima. El General Fernández Silvestre en la madrugada del 21 marchaba para Anual a ponerse al frente de las tropas y liberar a Igueriben, donde sin agua, sin alimentos y rodeados de animales muertos en plena putrefacción, luchaba heroicamente y esperanzada de socorro la valiente guarnición.
El convoy no llegó. Igueriben recibió la orden de ser evacuada. Trágica evacuación en la que fueron aniquilados los defensores. Aquella tarde las compañías 1ª y 4ª de zapadores acudían desde Izummar a proteger la retirada del convoy; con tal ardimiento y espíritu que, tanto ellas como las 2ª y 5ª que cooperaban al mismo fin fueron felicitadas con el mayor entusiasmo por todos los jefes y oficiales de la columna. Por la noche, Anual quedó sitiado, cortado el camino, levantada en masa la kábila de Beni-Ulixek, que se unió a la harka. El General, consciente de la situación, reunió a todos los jefes de la columna; se decidió que el campamento fuera abandonado al amanecer, simulando las fuerzas la salida de un convoy u operación de objetivo a retaguardia.
El material de artillería y todo lo que pudiera ser un entorpecimiento en el camino fue destruido, cuidando de no emplear el fuego para evitar que el enemigo se percatara del plan. Las noticias de envíos urgentes de fuerzas desde Ceuta dieron lugar en las primeras horas de la madrugada a una primera contraorden: Anual debía resistir hasta recibir auxilios.
Desde el amanecer, grupos numerosos de enemigos descendían al valle del Uad-el-Quebir y ocupaban las alturas dominantes del camino de Izummar a Anual, mientras los contingentes más próximos iniciaban un ataque a fondo contra este último campamento… Ordenó el General el recuento de municiones de boca y guerra: la defensa no podría sostenerse más de veinticuatro horas… A las diez de la mañana comenzó la evacuación.[4]
Las cuatro compañías de Ingenieros, que tanto se habían distinguido la tarde anterior, constituían la vanguardia de la columna en retirada. El comandante Alzugaray, que las mandaba, llevaba órdenes reservadas del Comandante General para el General Navarro, que precipitadamente abandonaba la plaza dirigiéndose a Drius cuando tuvo noticias del giro de los acontecimientos.
¿Qué consecuencias podrían esperarse de aquella retirada del ejército entero, batido por el enemigo que ocupaba las crestas y al que se unían, en gran parte, las fuerzas indígenas encargadas del flanqueo y las kábilas todas que esperaban a nuestras tropas sobre las armas, fusilándolas impunemente?...
Grande fue el desorden en el trágico desfiladero. La confusión era tal al llegar a Izummar, que difícilmente podría saberse el cometido asignado a las distintas Unidades… Nuestras compañías, con sus oficiales al frente, quedaron embebidas entre los elementos dispersos de la columna, conservando la cohesión posible…
La noticia de haber caído en poder del enemigo el General y todo su Estado Mayor antes de abandonar Anual, corriendo con velocidad muy superior a la columna, llevó a ésta al máximo desaliento.
Al atravesar los profundos barrancos entre Izummar y el Morabo de Sidi Alí, Ponce de León fue herido mortalmente.
El alférez D. Julián Romero, joven y entusiasta oficial, acudió presuroso con un grupo de zapadores a recoger a su capitán, y con él anduvieron escasamente 300 metros… El fuego enemigo abatió al grupo estoico; y, en un montón, quedaron confundidos sus cuerpos, sobre la roja tierra del desmonte, roturado por ellos mismos poco antes.
¿Dónde se detendría el alud?
¿Y aquellas otras posiciones, de guarniciones reducidas, aisladas en los picachos envueltos por las nubes: Mehayast, Yebel-Uddia?... También eran abandonadas. García Andújar había salido muy de mañana a Yebel-Uddia desde Ben-Tieb; tenía orden de fortificar una nueva posición en las alturas próximas, desde donde pudo hacerse cargo de la magnitud del desastre: Igueriben, Anual, la posición “B”, eran inmensas hogueras… Y allí, donde debiera haberse encontrado a nuestras fuerzas, fue sorprendido y cercado por el enemigo. Rompiendo valientemente el cerco y batiéndose en retirada, comenzó el descenso hacia el camino de Ben-Tieb, incorporándose a la columna ¡Había tenido más de 60 bajas!
Una gran detonación producida por la voladura del depósito de municiones de Ben-Tieb anunciaba en Drius que la retirada se continuaba sobre el Kert.
En aquel funesto día 22 de julio, la fatalidad reunía en Drius a todas las compañías de zapadores de la Comandancia de Melilla, y al escaso personal de las compañías de telégrafos de la red, campaña y expedicionarias del Batallón de Radiotelegrafía que llegaron con vida de las posiciones evacuadas de modo tan inesperado. Aguirre, como capitán más antiguo, formó las fuerzas, las arengó convenientemente y, por teléfono, dio cuenta a nuestro coronel de las bajas habidas: un capitán, un alférez, tres sargentos, un trompeta, cuatro zapadores de primera y 117 de segunda.[5]
Atraído por los acontecimientos anteriores a la caída de Igueriben, Eguía, interrumpiendo su licencia por enfermo, salió de España el día 21; con él vinieron los tenientes recién destinados, Martínez Fernández (D. Aurelio), Perera y Forero; recibió el primero la orden de cubrir la baja de Ponce de León, y los dos últimos la de incorporarse a sus compañías en Drius. Los tres llegaron a Batel en el primer tren el 23, día en que el teniente coronel Ugarte acompañado del capitán de la red, Arenas (D. Félix), se dirigían asimismo a Drius al encuentro de las tropas.
La comunicación telefónica Batel-Drius era perfecta. Ninguna noticia acusaba hostilización del enemigo, ni proyectos de evacuación del campamento, donde el General Navarro reorganizaba los efectivos.
En dirección a Monte Arruit pasaban escuadrones de Regulares en correcta formación; infantería de estas fuerzas embarcaba en Tistutín en el tren descendente. Un grupo de camiones que se dirigía a Drius se había detenido. Se decía que el Burrahai con su gente interceptaba el paso del Igan. Eguía se cuidaba entretanto de ir evacuando en otros camiones a los heridos que habían llegado el día anterior. Ordenó el comandante Fernández Mulero, jefe del servicio de automóviles, la salida de los que estaban detenidos; a estos camiones seguía el coche con el teniente coronel Ugarte y capitán Arenas que, como aquellos, fracasaron en su intento; hubieron de volver a Batel.
Protegidos por escuadrones de Alcántara aparecieron a lo lejos, procedentes de Drius, los primeros vehículos de la impedimenta de la columna Navarro; de Drius a Batel cargaron aquellas fuerzas repetidas veces sobre los rebeldes de M´Talza. A su paso por Batel se unieron al convoy todos los camiones y coches rápidos que allí había, continuando la marcha hacia la estación de Tistutín, para internarse seguidamente en la llanura del Garet.
Todas la fuerzas se replegaron sobre Arruit. El teniente coronel Ugarte y el capitán Arenas llegaron a caballo a la estación de Tistutín, sorprendiéndose de encontrar todas las dependencias, poblado y campamento totalmente abandonados.
Más camiones abarrotados de heridos irrumpían en la llanura, donde eran hostilizados por el enemigo, aunque con menor intensidad que lo fueran en el trayecto Drius-Batel, por los M´Talzas, Kelachas y Benibuyahis; brevemente se detenían a recoger algún herido que interceptaba el paso…
En Tistutín, un sargento de Infantería, tendido en el camino, herido en las piernas, en vano hacía señas a los ocupantes de uno de ellos envuelto en la densa polvareda de la marcha…
Arenas, en un gesto sublime, corre[6] al herido, lo monta en su caballo, y entregándole las riendas, lo encamina hacia Arruit. Él se queda en Tistutín; toma el mando de la posición y espera a la columna del General Navarro que, en ordenada retirada, llega a Drius.
En su heroísmo consciente, inquebrantable, hay tan altas y raras virtudes, que más que héroe, se le podría llamar santo.
El gran quebranto del ejército de operaciones había de llevar consigo la pérdida irremediable, por el momento, de todo el territorio conquistado a fuerza, más de generosidad que de cruentos y estériles derramamientos de sangre; habíamos sembrado el bien, recogíamos, en cambio, la ingratitud y la traición. En nuestra excesiva confianza, la zona, y aun la Plaza misma, estaban casi desguarnecidas. El organismo que fue ejército había sido deshecho en la retirada de Anual; sus elementos de guerra, en uso unos e inutilizados los demás, eran ya del enemigo.
Y de aquellos núcleos maltrechos que heroicamente defendían las posiciones y florecientes poblados de Batel, Arruit, Zeluán y Nador, ¿qué esperar? Fatalmente sucumbieron como Sidi-Dris, como Afrau, como las posiciones de Beni-Said, como tantos otros pequeños destacamentos de los que no ha llegado a nosotros la menor noticia. El auxilio oportuno fue imposible… El pueblo-hiena, exacerbados sus apetitos y sus instintos por el fanatismo, cumplía el mandato del Profeta contra los infieles en el sendero de Dios: “Matad a los idólatras, como os matarán ellos a vosotros…”
¡Qué espantosa tragedia! Sin precedente, sin justificación, totalmente incomprensible si se atiende a la calidad de uno y otro contendiente.
Las referencias de algunos, entre los pocos, que lograron evadirse durante las sangrientas capitulaciones nos hicieron concebir grandes horrores, mas nunca llegamos a imaginar cuadros tan inhumanos como los que la realidad nos ha mostrado después en Nador, Zeluán y Arruit, donde nuestra Bandera, a media asta, ondeaba nuevamente sobre miles de mártires.
Jesús Aguirre, único oficial de los nuestros cuya situación es conocida, prisionero en Axdir con el General Navarro, nos ha dado noticia de episodios heroicos de la lucha y notas que demuestran el alto nivel moral de nuestros compañeros y nuestras tropas. He aquí algunos:
El capitán Arenas y el teniente Fernández mueren cerca de Monte Arruit combatiendo bravamente en la retaguardia de la columna que se retiraba desde Tistutín. Durante el sitio de Arruit, una granada enemiga pone fin a los sufrimientos del joven capitán Maroto, que había sido herido ya gravemente en el vientre en la defensa de Tistutin, y muere asimismo el alférez D. Casimiro Gil. En la capitulación fueron vilmente asesinados los tenientes Martínez Fernández (D. Aurelio) y Albert cuando salían al frente de sus tropas, en la misma puerta del reducto.
En Zeluán, con un puñado de valientes soldados de Aeronaútica, defendiendo el aeródromo, muere también gloriosamente el alférez D. Ángel Martínez Cañadas… De todos los demás, de quienes ciertamente se supo que llegaron a Arruit, a excepción del alférez Cortés, que se defendió con sus soldados en Zeluán, ninguna noticia concreta ha llegado. El no aludirlos Aguirre en las cartas que a continuación se extractarán, nos ha hecho pensar, acogiéndonos siempre ansiosos a una esperanza, que acaso alguno se haya salvado y a su seguridad no convenga ni siquiera mencionarlos desde donde la censura enemiga vigila atenta.
Los datos que siguen precisan lo que sabemos respecto a cada uno de nuestros compañeros; mártires del honor militar, siguieron en el desastre los dictados de su conciencia, acordes con la tradición que representaban; grabaron así la nota más bella, la más triste quizá, por la esterilidad de su sacrificio.
Ellos nos han enseñado, al dar sus vidas junto a las de tantísimos soldados de España, hasta qué límites ha de llegar el holocausto por la Patria cuando el valor y el honor se aúnan para dominar los instintos humanos.
1ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Francisco Nueve Iglesias Senra. Se hallaba en Anual al iniciarse la retirada, luchando últimamente en Monte-Arruit hasta la capitulación, ignorándose su actual situación.
Teniente D. Aurelio Martínez Fernández. El mismo día de iniciarse la retirada de Anual, se incorporó a la Comandancia de Melilla, recién destinado; luchando últimamente en Monte-Arruit y pereciendo en la matanza al capitular, fue identificado su cadáver al reconquistarse dicho punto y enterrado el 26 de octubre en Melilla.
Teniente (E.R.) D. Antonio Albert Amat. Se hallaba en Anual al iniciarse la retirada; murió en Monte-Arruit como el anterior; su cadáver fue identificado y enterado en los mismos sitios y fechas que el teniente Martínez Fernández.
2ªCompañía de zapadores.- Capitán D. Jesús Aguirre Ortiz de Zárate. Al iniciarse la retirada se encontraba en Anual, y luchó en Monte-Arruit hasta la capitulación; está prisionero en Axdir con el General Navarro.
Alférez D. Alejandro Mateos Martín. Se encontraba en Anual al iniciarse la retirada y luchó  en Monte-Arruit hasta su capitulación; se ignora su situación actual.
3ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Agustín García Andújar. Se hallaba cuando se inició la retirada de Anual fortificando una posición en las faldas de Yebel Uddia (camino de Anual); luchó últimamente en Monte-Arruit hasta su capitulación; se le supone muerto en dicho punto y enterrado en esta posición el 27 de octubre.
Teniente D. Antonio Noreña Ferrer. Se hallaba en los mismos puntos que el anterior y se ignora su situación actual.
Alférez D. Casimiro Gil Vicent. Se hallaba en el mismo sitio que los anteriores y murió durante el sitio de Monte-Arruit, donde se identificó su cadáver, siendo enterrado en Melilla el 26 de octubre.
4ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Dionisio Ponce de León. Se hallaba en Anual al iniciarse la retirada y murió luchando entre Izummar y el Morabo de Sidi-Alí.
Capitán D. José Eguía Chinchilla. Se encontraba en Anual al iniciarse la retirada y marchó al día siguiente a cubrir la baja anterior; luchó en Monte-Arruit hasta su capitulación. Se le supone muerto y enterrado en dicho punto el 27 de octubre.
Alférez D. Julián Romero Gómez. Se hallaba en Anual al iniciarse la retirada y murió cuando conducía herido a su capitán en la retirada entre Izummar y el Morabo.
5ª Compañía de zapadores.- Capitán D. José Maroto González. Se encontraba en Anual al iniciarse la retirada y murió en la defensa de Monte-Arruit. Exhumado su cadáver por el enemigo en la capitulación, fue después identificado y enterrado en Melilla el 26 de octubre.
Teniente (E.R.) D. Emilio Fernández Sánchez Caro. Se hallaba en Anual al iniciarse la retirada y murió en las proximidades de Arruit, en la retirada desde Tistutin. Su cadáver fue identificado y enterrado en Melilla el 29 de octubre.
Alférez (E.R.) D. Ramiro Cortés López. Se encontraba en Anual al iniciarse la retirada y se defendió últimamente con sus soldados en la Alcazaba de Zeluán, socorriendo en varias ocasiones a la guarnición del aeródromo; se ignora su situación actual.
6ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Roberto Escalante Marsal. Al iniciarse la retirada de Anual se encontraba en Drius, y luchó últimamente en Monte-Arruit hasta su capitulación; se ignora su actual situación.
Teniente D. José Parera Forero. El día que se inició la retirada de Anual, se incorporó a la Plaza, donde había sido destinado recientemente, y luchó en Monte-Arruit hasta su capitulación; se ignora su actual situación.
Compañía de Telégrafos de la Red.- Capitán D. Félix Arenas Gaspar. Cuando se inició la retirada de Anual se encontraba en Melilla, y murió en las proximidades de Monte-Arruit, en la retirada desde Tistutín. Se ignora su actual situación.
Sección de Aeronaútica.- Alférez (E.R.) D. Ángel Martínez Cañadas. Cuando se inició la retirada de Anual se hallaba en el aeródromo de Zeluán, luchando últimamente en la defensa del aeródromo; se ignora su actual situación.
En la reconquista de Monte-Arruit la triste y caritativa misión de identificación de nuestros oficiales y soldados estuvo a cargo de una sección compuesta de clases y soldados que fueron de las diversas compañías, al mando del capitán D. Joaquín Cantarell Bordalba, a la que se unieron varios oficiales de esta Comandancia. El capitán Cantarel, por la prolijidad, acierto y delicadeza con que cumplió su difícil misión, mereció de todos las mayores alabanzas.
Fueron asimismo identificados y enterrados el 26 de octubre en Melilla, junto a los anteriores oficiales, las siguientes clases y soldados:
Sargento, Manuel Mendía Martín.
Idem, Manuel Maestre Rubín de Colis.
Idem, Eusebio Segoviano Núñez
Cabo, José Álvarez Calamino.
Idem, Antonio González Malle.
Soldado de primera, Juan Muñoz Zarco.
Idem de segunda, Francisco García García
Idem de id., Carlos Pons Micó.
Idem de id., Canuto Lorenzo Huerga.
Bien quisiera añadir a estas listas otras más extensas que dieran algo de luz sobre el paradero de nuestros soldados; mas hoy esta labor, encomendada a la Oficina Especial de Información, encuentra grandes obstáculos por la carencia de noticias concretas. Algún día, quizás no lejano, esperamos poder publicarlos.
En el triste acto del sepelio de los que fueron oficiales, clases y soldados de Ingenieros, cuyos nombres hemos dado, se procedió también al enterramiento de “un Ingeniero no identificado” en recuerdo de todos los demás a quienes fue imposible identificar y que recibieron sepultura en Monte-Arruit juntamente con los compañeros de infortunio; labor esta última que cupo la triste honra de cumplir a las compañías expedicionarias del 1er Regimiento de Zapadores Minadores.

IV
Las cartas que Aguirre ha escrito desde su cautiverio nos dan a conocer las acciones más salientes de algunos de nuestros héroes; por eso, aunque conocidas por la mayor parte de los jefes y oficiales del Cuerpo, no dudamos en extractar a continuación las tres más importantes.
De la tropa… Esas admirables tropas nuestras que tan bizarramente se han batido siempre, afianzando su historia y su tradición, nos han llenado de legítimo y justificado orgullo. Seguidamente a las cartas de Aguirre, publicamos el concepto que merecieron a los jefes de otras armas y cuerpos que apreciaron justamente sus actos y elogiaron sus virtudes.
Primera carta del capitán Aguirre al coronel López y Pozas.-
“… Ayer escribí una carta a Agudo que probablemente no podría recoger, pues el cañonero salió muy pronto, en la que hice una relación sucinta del comportamiento del pobre Arenas, proceder verdaderamente heroico, caso indiscutible de laureada. El General, en cuyo Estado Mayor he formado, por baja de estos Oficiales y con mi calidad de diplomado, está decidido a pedirla para él, siendo unánime la opinión de todos los Oficiales…”
Segunda  carta del capitán Aguirre al comandante Alzugaray.-
“… Ayer escribí al señor Coronel. Salúdele en mi nombre así como a todos los compañeros. A estas horas supongo sabrán todo lo que yo sé de la suerte de nuestros pobres compañeros y algunos detalles del heroico comportamiento del pobre Arenas…”
Tercera carta del capitán Aguirre al capitán Agudo.-
“… Respecto a Arenas, te diré lo siguiente: Nos lo encontramos en Tistutin, en donde se quedó por su propio espíritu, pues ninguna obligación tenía de estar allí. Estaba de Jefe de la posición, aunque luego vino otro más antiguo que él. La posición se dividió en tres sectores: uno la pajera, que era el de más peligro, pues en el paso de la carretera y dentro de ella no se podía vivir, él lo organizó todo muy bien con caminos cubiertos, disminuyendo el número de bajas, pidió estar allí perpetuo; se le dio una compañía formada por tropas de Infantería y unos 70 u 80 Ingenieros; levantó enormemente la moral de la tropa, haciendo los relevos de la guardia como en el cuartel; la gente llegó a adorar en él. Una tarde se trató de quemar un almiar de paja desde nos paqueaban horriblemente, y él salió completamente solo con unas cuantas latas de petróleo que yo le iba dando desde el parapeto sucesivamente; quemó toda la paja, así como una tienda en donde había unos cadáveres que olían espantosamente, todo con una sangre fría que ponía los pelos de punta; no te puedes imaginar lo bien que trabajó hasta que me encargó a mí de las comunicaciones, en donde tuve la suerte de encontrar la ansiada comunicación con Arruit; estuvo trabajando como un negro, dando ánimos a los telegrafistas, colocándose encima de los montones de sacos de paja que había en la posición y en donde era materialmente imposible la vida, por la lluvia de balas que a todas horas caían. Cuando se hizo necesaria la retirada, por la falta de agua, él pidió enérgicamente la retaguardia con la compañía que antes te indico; estuvo en la posición hasta que salió todo el mundo, y esto lo vi yo perfectamente, que salí momentos antes que él; es decir, que salió casi mezclado con los moros. Hasta el edificio de la Colonizadora fue todo admirablemente, iba haciendo fuego por descargas a la voz, llevando a la tropa en la mano; en fin, una preciosidad. Llevaba dos tenientes, a Fernández, que murió en la retirada; a Albert, que fue herido en un brazo a mitad del camino, y dos de Infantería que también fueron heridos. A partir del edificio que te digo, el enemigo aumentó bastante, nos rodeó y desertó la Policía que llevábamos, con lo que aumentó la confusión; influyó notablemente el hecho de que a Arenas se le acabaran las municiones, y las que se mandaron no llegaron a tiempo porque la confusión y el número de bajas fue enorme. Él cogió una carabina, y animando a la poca gente que llevaba, fue fusilando materialmente a los moros que nos cercaban; todo esto con una herida leve, creo que en una pierna. Ya a un kilómetro de Arruit se vio envuelto y copado, muriendo de un tiro en la cabeza a boca de jarro. Yo no te puedo decir más sino que los dos tenientes de Infantería que venían con él, Calderón y Sánchez, entraron heridos en Arruit, y casi sin poder respirar se dirigieron al General, diciendo: “Mi General, la laureada para el capitán Arenas”; todo el mundo coincidió en lo mismo; pero entiendo que el único que puede hacer alguna cosa en este sentido es el Barón, que, como te digo, está completamente decidido a pedirla. No tengáis cuidado. Esto que os digo es únicamente para satisfacción de todos y de su propia familia, que reciba ésta antes de marcharse. Y muchas gracias por todo. Da recuerdos en la Plaza a todo el mundo.
Tu buen amigo y compañero, Aguirre.- 29-8-1921”
Orden de la Comandancia del día 10 de agosto de 1921.-  Artículo único.- El teniente coronel, primer jefe de la brigada disciplinaria de esta Plaza, Comandante militar de Nador, en oficio me dice:
“Durante los diez días que duró el bloqueo de la fábrica de Nador, donde se encontraban a mis órdenes fuerzas de diversas armas y cuerpos, se distinguió por su brillante comportamiento, haciendo gala de arrojo y valor a toda prueba el cabo guarda-parque de aquella Plaza Jesús Taboada, resultando herido en la muñeca izquierda cuando hacía fuego desde una de las ventanas del piso bajo, todo lo cual honra al Cuerpo a que pertenece, y debe servir a todos de estímulo y satisfacción.”-
Complázcome mucho en hacerlo público en la Orden del Cuerpo de hoy, con mi más efusiva felicitación al cabo Tabeada; sírvale esto de satisfacción y de estímulo para todos.-
El Coronel, López Pozas.
Orden de la Comandancia del día 17 de agosto de 1921.- Artículo único.- El comandante del cañonero Laya, en oficio 31 de julio pasado, me dice:
“Tanto durante las noches del 23, 24 y 25 del corriente, transmitiendo yo señales por el farol “Sccot” a la posición de Sidi-Hossain y contestándome ella con cualquier luz o linterna improvisada, como durante esos mismos días y mañana del 26, ellos con estación óptica y este buque con un espejito corriente, han mantenido constante comunicación que ha permitido el eficaz auxilio y salvamento. En el buque ese servicio no implica mérito alguno, pero en la posición, bajo fuego enemigo que se recrudecía al ver cualquier luz o señal, tiene valor muy grande, pues significaba, no solo su celo y competencia, sino su decisión y su valentía.
“El jefe de esta estación se llama Basilio de Frutos Ramos, sargento de Ingenieros, ignorando los nombres del cabo y soldado auxiliares, todos salvados y actualmente en la Plaza. Cumplo un sagrado deber en exponer a V.S. los méritos de ese servicio, verdaderamente decisivos e indispensable para el salvamento realizado.”
El mismo comandante, en carta de fecha 15, me dice:
“Campamento de la Restinga, 15 agosto de 1921.- Sr. D. José López y Pozas.- Mi distinguido jefe y amigo: Incluyo copia del escrito oficial que en 31 de julio elevé al General en jefe encomiando los servicios de la estación óptica de la posición de Afrau. Yo, que soy testigo de calidad, afirmo la gran utilidad de aquellas comunicaciones, bien y valerosamente mantenidas bajo fuego enemigo, para el salvamento de los 130 hombres que pudimos recoger en un total algo mermado de 180. El Alto Mando tiene además mi parte de campaña, copia literal de las más importantes comunicaciones cruzadas. Mi barco estuvo tres noches y dos días largos ante aquel pequeño y angustiado campamento sin perder de vista ninguna de sus palpitaciones, pudiendo asegurar que, sin el sargento o cabo de Ingenieros Basilio de Frutos Ramos, auxiliado por Cipriano García Ventura y Francisco Plá Rodrigo, no se hubiera salvado nadie. De esta carta puede hacer siempre el uso que estime conveniente. Oficialmente creo he dicho bastante, pero tampoco tengo inconveniente en decir más.- Suyo affmo. amigo y subordinado, Javier de Salas.”- Lo que me complazco en comunicar en la orden del Cuerpo de hoy, con mi más efusiva felicitación a estos bravos telegrafistas, quienes, como muchos de sus compañeros en casos análogos, aunque ignorados por haber sucumbido, han cumplido con su deber.- Sírvanos de satisfacción a todos.-
El coronel, López y Pozas.
Orden de la Comandancia del día 4 de septiembre de 1921.- Artículo primero.- El señor coronel del Regimiento de Infantería de África me comunica, según parte que ha recibido del Jefe del destacamento, pozo número 2 de Batel, que cooperaron brillantemente a su defensa, con gran espíritu y entusiasmo, el cabo Rafael Lillo Molina y soldados Jesús Martínez Terrio y Emilio Muniesa Amadón, de esta Comandancia.
“El Comandante de dicho destacamento, cabo del citado Regimiento de Infantería, Jesús Arenzana, en carta que me dirige, dice: “Señor Coronel: Para satisfacción de mi propia conciencia y para conocimiento de Vuestra Señoría, tengo el deber de comunicarlo lo siguiente: Como jefe de la guardia del pozo núm. 2, sito entre Batel y Tistutin, testifico la valiente conducta del cabo de ese Cuerpo, Rafael Lillo Molina y de los soldados Jesús Martínez Torrio y Emilio Muniesa Amadón, ambos de la Comandancia de Ingenieros. Desde el día 23 del pasado julio hasta el 5 del actual, en que, faltos de municiones y víveres, hubimos de encontrar salvación burlando la vigilancia mora. Diez días de hambre, cuatro ataques sufridos muy durísimos con ánimo sereno, causando más de 40 bajas al enemigo, alejados 14 kilómetros de la columna, con el único afán de defender el pañuelo percha, que simbolizaba nuestra bandera y nuestros amores. Es inmensa la alegría que siento al ponerlo en conocimiento de V.S. para honra del Cuerpo a que pertenecen y orgullo de sus Jefes.”
“Aunque no se nombra en los escritos aludidos, es digno también de mención el soldado Miguel Pérez Rivera que el 26 de julio salió del pozo a la posición de Tistutin, por propio impulso, para comunicarse con otras fuerzas, de cuya posición no le consintieron regresar. Estos hechos corroboran lo que en Orden reciente publiqué; pues antes telegrafistas y ahora zapadores, sostienen con ahínco nuestras gloriosas tradiciones, que tanto a todos nos enorgullecen.
“Mi felicitación más efusiva para el personal citado; recíbala también por este conducto el cabo de Infantería Jesús Arenzana, que dedica palabras tan laudatorias a sus camaradas de Armas, y sirva a todos de satisfacción, el deber cumplido.”
CONCLUSIÓN
Fue la pérdida de Abarrán presagio que hizo claramente presentir la hecatombe… En el mes de junio, en el Gurugú, a 300 metros de la antigua posición de Tagel-Magnin, se construyó un nuevo recinto que no llegó a guarnecerse ni artillarse.
La retirada de Anual, por falta de dirección, de confianza y fe mutua en la masa armada fue desastrosa en sí y en sus consecuencias, e irremediable, por eso mismo, la pérdida inmediata de todo el territorio. Melilla misma hubiera podido ser invadida y saqueada si España entera, herida traidoramente no se hubiera aprestado con la mayor diligencia a vengar el ultraje recibido, sin vacilaciones, sin regateos, con la voluntad unánime y poderosa de un pueblo que sabe hacer honor a su Historia.
Los pesimismos cedieron paso a la confianza en el triunfo, y el Ejército, fortalecido así material y espiritualmente, avanza de victoria en victoria, castigando incalificables crímenes… ¿Hasta dónde? No sabemos; pero ante el resurgimiento del espíritu tradicional de la raza puede asegurarse que no habrá español que piense en limitaciones de la acción militar mientras sobre miles de cadáveres insepultos veamos a lo lejos cernerse en bandadas a los cuervos; mientras podamos ser ofendidos con elementos de guerra que fueron nuestros; mientras quede un solo soldado cautivo y esclavo en poder de los rifeños…
¿La acción política?... ¡Oh! De eso no entendemos; mas presumimos que será labor de siglos; no terminará sino cuando, en los más profundos senos psicológicos, quepa armonizar el mandato islámico “matad a los idólatras…” con el cristiano, aún inobservado, de “Amaos los unos a los otros.”
Antonio SARMIENTO

NECROLOGÍA
En la campaña que ha seguido a los sucesos ocurridos en la zona de Melilla en julio último, ha sufrido nuestro Cuerpo dolorosísimas pérdidas, que por diversas circunstancias han sido más numerosas en pocos meses que las de anteriores campañas. Inauguramos aquí la triste serie de las notas necrológicas correspondientes, con las de tres brillantes oficiales: el teniente Martínez Fernández y el capitán Maroto, que perdieron su vida en la región de Monte-Arruit, durante los días en que el alma nacional estaba pendiente de este nombre, y la del capitán Capdequí, muerto en Beni-Aros en enero del año corriente.
La vida militar del infortunado teniente Martínez Fernández ha sido segada en sus comienzos por una muerte gloriosa; durante los trágicos días de julio pasado dio muestra, en unión de otros tantos compañeros, del sacrificio que impone el cumplimiento del deber, y al caer valerosamente, de ignorado modo, deja ejemplo perdurable de honor militar.
El día 5 de agosto de 1921 sucumbió heroicamente en la posición de Monte-Arruit, cercada por los moros, el capitán D, José Maroto, que poco antes había cumplido veintiún años; su muerte fue causada por la explosión de una granada enemiga. Los cadáveres del capitán Maroto y del teniente Martín Fernández fueron identificados al recuperar nuestras tropas la posición y sepultados en el cementerio de Melilla el día 26 de octubre última.
El capitán D. Mauricio Capdequí que mandaba la quinta mía de Policía indígena de Larache, fue herido en la médula el 18 de enero de 1922 durante el combate de las avanzadas de Rof, siendo trasladado a dicha plaza, donde falleció cristiana y tranquilamente el día 21 del citado mes de enero.
El cariño de carácter familiar que establece el compañerismo y la mutua convivencia, y el alto ejemplo que con su sacrificio dieron nuestros compañeros, nos mueven a pedir para ellos un piadoso recuerdo y una oración por su eterno descanso, que tan bien han merecido sus almas. El MEMORIAL envía a las familias respectivas, con la expresión de su profundo sentimiento, la del orgullo del Cuerpo, el poder escribir en su cuadro de honor los nombres preclaros de los que tan noblemente supieron hacer honor a sus juramentos a la Patria y al Rey.

EXTRACTO DE LA HOJA DE SERVICIOS DEL TENIENTE DE INGENIEROS
Don Aurelio Martínez Fernández
Nació el teniente Martínez Fernández en Oviedo el 8 de abril de 1899, ingresó en la Academia del Cuerpo en 1915, efectuando como Alférez alumno un viaje de instrucción a Cartagena, Murcia y Madrid, y fue promovido al empleo de Teniente al terminar el plan de estudios reglamentario, en 1920.
A su salida de la Academia fue destinado al Regimiento de Pontoneros, con el que asistió a las Escuelas Prácticas verificadas en varios puntos de las provincias de Zaragoza y Huesca.
A mediados del siguiente año, 1921, fue destinado a la Comandancia de Melilla, a cuya plaza se incorporó el 22 de julio. Marchó el día siguiente a proteger la retirada de las tropas a consecuencia de los sucesos ocurridos en las distintas posiciones de aquella zona, tomando parte en diversos hechos de armas para repeler la encarnizada agresión del enemigo, y sucumbiendo heroicamente en las proximidades de Monte Arruit.
Su cadáver, como decimos en otro lugar de este número, fue identificado el día 24 de octubre en dicho sitio y recibió cristiana sepultura en el cementerio de Melilla.

EXTRACTO DE LA HOJA DE SERVICIOS DEL CAPITÁN DE INGENIEROS
Don José Maroto González
Nació en Algeciras el 5 de mayo de 1899; ingresó en la Academia de Ingenieros en septiembre de 1912; fue promovido a Teniente del Cuerpo en junio de 1918 y destinado poco después al 2º Regimiento de Zapadores Minadores. En octubre de 1919 fue designado, con otros Oficiales, para seguir un curso en la Escuela Militar de Ingenieros de Francia, que completó, no obstante su destino a la Comandancia de Larache, en febrero de 1920.
Ascendió a Capitán en julio del mismo año y fue destinado al 4º Regimiento de Zapadores, en el que permaneció hasta enero de 1921, mes en que fue destinado a la Comandancia de Melilla; con este destino, se inició para el capitán Maroto un periodo de gran actividad militar e ingeniera, al que pusieron fin los terribles acontecimientos de Monte-Arruit.
Se incorporó el 14 de febrero a su compañía, destacada en Anual, ocupándose en la ejecución de obras de campaña. Asistió poco después a la ocupación de Dar-Buixas que fortificó, dejándola en excelentes condiciones para su defensa. El 12 de mayo, formando parte de la columna que mandaba el teniente coronel Marina, de Ceriñola, asistió a la toma de Sidi-Dris y fortificó esta posición, regresando después a Anual. El 1º de junio salió con su compañía formando parte de la columna mandada por el comandante Villar, de la Policía Indígena, y con ella asistió a la ocupación de Monte-Abarrán, que también fortificó, regresando seguidamente a Anual. El 3 de junio asistió con la columna del teniente coronel Núñez del Prado a la ocupación de Ras-el-Ful, que puso como las anteriores en estado de defensa; pernoctó en ella, pero al día siguiente, en virtud de órdenes recibidas, se ocupó en desmantelarla, fortificando en cambio las posiciones de Jalilid y su avanzadilla; terminados estos trabajos regresó a Anual. Asistió el 7, a las órdenes del General Navarro, a la toma de Igueriben, que fortificó, y efectuadas las obras de defensa, volvió a su punto de partida.
Sobrevinieron poco después los acontecimientos tristísimos de Anual, Igueriben y Sidi-Dris; el capitán Maroto con su fuerza, siguió el movimiento de retirada de todo el ejército, hasta quedar encerrado en la posición de Monte-Arruit, en la que, como ya hemos dicho, encontró la muerte.

EXTRACTO DE LA HOJA DE SERVICIOS DEL CAPITÁN DE INGENIEROS
Don Mauricio Capdequí y Brieu
Nació en Lequeitio, Vizcaya, en 18 de julio de 1892; ingresó en la Academia en primero de septiembre de 1910, siendo ascendido a teniente del Cuerpo en 25 de junio de 1915 y destinado en la propuesta de dicho mes a la Compañía expedicionaria en África del 4º Regimiento de Zapadores Minadores, pasando en febrero de 1916 al Regimiento mixto de Ceuta; en ambas unidades prestó sus servicios como zapador; en abril del mismo año fue alta en la Compañía de telégrafos de campaña, tomando parte como oficial de su Sección Óptica en el combate del Biut en 29 de junio, por cuya acción se le concedió la Cruz Roja del Mérito Militar. Sin dejar de pertenecer a dicha Compañía pasó agregado en octubre del mismo año al servicio de obras de la plaza de Tetuán. En febrero de 1917, al refundirse el Regimiento en la Comandancia de Ceuta, continuó prestando el mismo servicio en ella.
En 11 de octubre de 1917 quedó supernumerario por haber sido designado como Instructor de la mehalla sherifiana, donde continuó hasta su ascenso a capitán en 5 de febrero de 1919 en la Comandancia de Ceuta siguiendo encargado, entre otras obras, de la construcción de caminos en Anyera, con personal moro exclusivamente, cesando en 25 de junio del mismo año por destino al Regimiento de Telégrafos.
En agosto de 1920, pasó como alumno al curso de pilotos de aviación. Cuando ya llevaba muy adelantado su aprendizaje en el aeródromo de Tablada, sufrió el 22 de septiembre un accidente de importancia, cuya convalecencia duró hasta enero de 1921, en que fue destinado a la Comandancia de Badajoz; en marzo del mismo año al 1er Regimiento de Zapadores Minadores, y en julio siguiente al 6º de la misma denominación, que acababa de crearse y en cuyos trabajos de organización cooperó activamente.
Designada ya su Compañía para marchar como expedicionaria a África a primeros de septiembre, fue nombrado telegráficamente para organizar la quinta mía de contacto en la Policía Indígena de Larache (Beni-Aros), desempeñando arriesgadas comisiones que dicho cometido exige, entre otras, la de ocupar el Santuario de Yebel Alam, junto a la cueva donde yace el famoso Muley Abdesselam; en este puesto recibió la mortal herida que le arrancó del mundo de los vivos, aunque dando tiempo a su traslado a Larache, a que se le prodigaran toda clase de auxilios espirituales, se avisase a su familia y pudiera despedirse por escrito de ella, con serenidad impresionante, al darse cuenta de que los seres amados, ya en viaje, llegarían más tarde que la muerte, esperando ésta tranquilo, como un soldado, como un cristiano, como un bravo.
Con el capitán Capdequí desaparece un oficial de valía excepcional en los varios aspectos de nuestra profesión. Tanto en los servicios de nuestras tropas técnicas –zapador y telegrafista, en campaña primero y en paz después- como en la rama de la construcción al dirigir acertadamente una obra de extrema dificultad, y en el Servicio de Aeronáutica más tarde, demostró su valía, su temple moral y lo completo de sus aptitudes.
Pero donde tuvo ocasiones de mayor lucimiento fue en el mando y organización de tropas africanas. Su espíritu investigador y curioso vibró (era su frase) al verse en presencia de la vida marroquí; aprendió en breve plazo el árabe, en cuyo idioma llegó a expresarse con suficiencia facilidad, y pronto fue un africanista de una talla a que el modo de plantear nuestro problema africano nos tiene poco acostumbrados, descollando su gestión en la primera etapa en la mehalla sherifiana de Tetuán, al frente de una mía, que desde su creación había sido mandada por oficiales del Cuerpo (Bastos, San Juan), y más tarde en la creación de la quinta mía de Policía indígena, en Beni-Aros.
Deja escritos numerosos y originales trabajos sobre la zona de Yebala; parte de ellos han visto la luz como artículos, bajo seudónimo, y el resto es de esperar se publique en breve.
El haberle tenido como subordinado, conocimiento que muy pronto se transformó en amistad sincera, me ha impulsado a pedir el triste honor de ser el que trace, como póstumo homenaje, estas líneas en las columnas del MEMORIAL, para cooperar a que perdure en la memoria de todos el valor de los tesoros que pródigamente dio al Cuerpo.
J.LL.S.



[1] Foto: Puente de hierro sobre el Kert, inmediato al campamento de Drius, construido por las compañías de Zapadores de la Comandancia de Melilla.
[2] Foto: Trabajos para la construcción de un desembarcadero provisional en Sidi-Dris
[3] Foto: Desembarcadero provisional en Sidi-Dris
[4] Mapa: Croquis del teatro de los acontecimientos de julio de 1921.
[5] 2 fotos: (1) Puente viaducto en el camino de Anual.-El General Navarro felicitando al coronel López Pozas por la buena marcha de los trabajos. (2) Puente viaducto en el camino de Anual – Un aspecto de los trabajos durante la construcción de este puente.
[6] En la revista “corre”, entiendo “coge”

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