EPISODIOS DEL
REVÉS DE JULIO DE 1921
DEDICATORIA
El fraternal cariño, y la más rendida admiración por los que fueron
camaradas nuestros, me impulsaron ha tiempo a escribir estas
cuartillas.
Sirvan ellas de humilde homenaje a su memoria.
I
Mediaba
el mes de mayo del nefasto 1921. La pacificación de la zona avanzaba de modo
inesperado para los que, como nosotros, no intervenían de un modo directo en la
política de atracción y protectorado.
Las
seis compañías de zapadores de la Comandancia de Ingenieros de Melilla,
reforzados sus efectivos con soldados de Infantería y empleando cuadrillas de
trabajadores indígenas recién sometidos, se distribuían por el territorio
últimamente ocupado, perfeccionando los caminos, las posiciones, las aguadas;
prosiguiendo su misión sin descanso, después de la inauguración de la carretera
Batel-Drius, esmerada obra donde la voluntad, el ingenio, la perseverancia y
disciplina de nuestros oficiales y tropas dejaban, una vez más, el sello de su
elevado espíritu, de sus indiscutibles méritos…
Las
compañías de telégrafos sustituían los tendidos de campaña por líneas
permanentes; sus capitanes, Más y Arenas, dirigían, juntamente con sus
oficiales, los trabajos.
Escalante,
capitán de la 6ª de zapadores, quedaba en Drius con su compañía terminando,
entre otros detalles, el afirmado sobre el puente de hierro del Kert, cuya
construcción y corrimiento se habían efectuado poco antes a las órdenes de los
capitanes Llabrés y Arenas, e iniciaba los trabajos del poblado de aquella
posición llamada a ser de las más importantes del sector oriental. García Andújar
se instalaba en Ben Tieb con la 3ª, que habría de cooperar en la rectificación
del camino de Anual que se deseaba habilitar para todo tránsito rodado A igual
fin, Maroto había recibido la orden de trasladarse a este último campamento
desde Sidi-Dris, posición que fortificó y en cuyas inmediaciones dejaba
terminado un desembarcadero provisional. Juntamente con esta 5ª compañía volvía
la 2ª, cuyo capitán Eguía fuertemente atacado por el paludismo, entregaba el
mando a Reixa, entretanto llegaba Aguirre que, recién destinado, se hizo cargo
de ella en la imborrable fecha del 1º de junio. Ponce de León, con la 4ª, se
incorporó en Izummar a la 1ª, mandada por Nueve Iglesias.
De
intento he dejado para el final a esta compañía, la más íntimamente ligada a
las comunicaciones de Anual desde su ocupación.
Las
dificultades de acceso del llano del Sepsa a la posición de Anual, y en general
a todas las ocupadas en Beni-Ulixek, eran tales que resultaba peligroso hasta
el paso a caballo por muchos sitios. Nueve Iglesias, encargado de su arreglo,
lo hizo tan a satisfacción del Alto Mando, que fue citado en la siguiente Orden
General del día 1º de febrero del corriente año:
Emplazadas
en las posiciones de Anual, Izummar y Morabo de Sidi-Mohammed la artillería de
posición que les fue asignada, me es sumamente grato hacer pública la
satisfacción que me ha producido la actividad, celo y acierto desplegados por
el teniente coronel de la Comandancia de Artillería D. Joaquín Gay Borrás,
comandante de la misma Unidad D. Jesualdo Martínez Vivas y capitán de
Ingenieros D. Francisco Nueve Iglesias Senra y personal a sus órdenes, para, en
muy corto tiempo, vencer las dificultades que la falta de camino y lo abrupto
del terreno, en la casi totalidad de su largo recorrido, oponían a la
realización de este cometido.
Felicito
por todo ello a los citados jefes, capitán y personal de referencia, haciéndolo
público por la presente Orden General para conocimiento de todos y satisfacción
de los interesados.
Lo
que de orden de S.E. se publica en la de este día para conocimiento.-
El Coronel Jefe de E.M.-Gerardo Sánchez-Monge.
El
estudio del trazado de una carretera o camino militar en tan variado como
desconocido terreno exigía, naturalmente, un detenimiento que las necesidades
militares estaban muy lejos de consentir. El Alto Mando, entendiéndolo así,
aplazó los tanteos para cuando la situación permitiera abordarlos por puntos
que, geográficamente, fueran los más naturales pasos al valle del Nekor. El
teniente coronel D. Mariano Campos, que en su día habría de encargarse de tales
proyectos, dirigía, por el pronto, la construcción de una pista de herradura
que facilitaría el aprovisionamiento de Anual. A las órdenes de este jefe Nueve
Iglesias comenzó los trabajos partiendo de Ben-Tieb; Maroto y Eguía venían a su
encuentro trabajando desde Anual.
El
trazado de la pista, aunque con tramos de excesivas pendientes para el paso de
automóviles, consentía, si bien no era su objeto, el de los coches rápidos; y
cuando fue preciso, poniendo a prueba la instrucción y pericia del personal
automovilista del Centro Electrotécnico y el excelente estado del material a él
confiado, llegaron los camiones hasta el pie de Izummar, donde el camino
quedaba interrumpido.
He
dicho cuando fue preciso; lo fue porque Anual adquirió una permanencia
que en un principio nadie pudo prever. Acontecimientos en la labor política o
preparativos militares de gran urgencia exigieron mayor actividad en los
aprovisionamientos. A los interminables convoyes de acémilas y camellos seguían
trabajosamente los camiones cargados de víveres, de municiones, de toda clase
de elementos. El nuevo plan hacía imprescindible la rectificación del camino en
algunos puntos y la construcción de puentes o viaductos del momento en otros;
de lo primero quedaron encargadas las compañías de zapadores, distribuidas en
la forma antes detallada; de lo segundo, una sección de los talleres de la
Comandancia a mis órdenes, que comenzó por el tendido de un puente de madera
que salvaba los dos más importantes barrancos en su confluencia, con una luz de
50 metros .
Acampábamos
en Izummar con las compañías de Ponce y Nueve Iglesias. Ninguna fortificación
nos protegía; vivaqueábamos. Era tal la tranquilidad y la confianza reinantes
que junto a las tiendas de nuestros soldados montaban sus “jaimas” y cafetines
los trabajadores indígenas, cuyas kábilas quedaban más alejadas; variaba el
número de ellos cada día, pero nunca fue inferior a un centenar.
El
hallarse en el mes de Ramadan, el mes de las veladas, de los festines y de los
cánticos nocturnos, hacía algo molesta su presencia; si bien, rendidos por el
trabajo del día, pronto daban fin a sus rezos y se entregaban al descanso. Nada
extraordinario pudimos notar en ellos capaz de hacernos prever la agitación que
se avecinaba; ciertamente, la demanda de trabajo era escasa, mas la época de
siega y el Ramadan, cuando no la idiosincrasia tradicional del moro, lo
justificaban sobradamente.
Ricas
tierras son las de Tensaman y Beni-Ulixek; la fértil y profunda capa vegetal
hace frecuentes y fecundos sus huertos; frondosos sus árboles, entre los que
abundan los añosos olivos y los degenerados acebuches, que, curvando sus
retorcidas ramas hacia el suelo, brindan sombra al caminante. En los valles y
laderas comenzaban a dorarse las apretadas espigas prometiendo espléndida
cosecha.
En
contraste con los llanos de M´Talza, apenas cultivados, no es extraño que estas
tierras nos parecieran exuberantes en color, en vida y en riqueza. Las viviendas,
aunque con la distribución general de la casa bereber, acusaban cierto gusto
arquitectónico; los cuidados y regulares aparejos de las mamposterías, las
cornisas, los retallos, los almenados de piedras o adobes en el coronamiento de
los muros y cercas, eran detalles que no estábamos acostumbrados a encontrar en
las construcciones indígenas.
No
obstante, las lluvias intempestivas habían mermado considerablemente las
cosechas los dos últimos años. España no había podido extender su inagotable
generosidad a estas kábilas, hasta entonces insometidas. El invierno aumentó el
pauperismo grandemente; por eso, al principio abundaron los trabajadores que,
aparte de sus jornales, aseguraban a los suyos la doble ración de pan que
diariamente les entregábamos; por eso, también las compañías de zapadores en
trabajos eran seguidas por verdaderas jaurías de chiquillos famélicos,
desnudos, amoratados, desnutridos, enfermos, verdaderos catálogos vivientes de
patología infantil; a lobeznos, más que a criaturas humanas, semejaban aquellos
desgraciados, disputándose los huesos y restos de rancho caídos en tierra que,
mezclados con ella, roían o comían ávidamente, hasta que los soldados,
compadecidos, llenaban con las sobras sus cazuelas y latas, con las que corrían
presurosos hacia los aduares, donde eran esperados con ansia, que el hambre no
respeta preceptos restrictivos, por coránicos que sean…[1]
Aquellos
niños habían de comenzar, poco después, el entrenamiento de sus instintos
criminales, ayudando a sus mayores a profanar y saquear los mutilados cadáveres
de los que fueron sus bienhechores, sacrificados alevosamente, con las más
despiadadas e inicuas crueldades.
II
El
día 1º de junio, Maroto, con las 2ª y 5ª compañías, fortificó la posición de
Abarrán, guión que fue de nuestro avance.
Cuando
acababan de almorzar, de vuelta ya de la operación, en el mismo camino, al pie
de Izummar, el Comandante General, sus ayudantes y algunos oficiales de su
Estado Mayor, un intenso cañoneo, que duró muy poco tiempo, atrajo la atención
de todos sobre Abarrán… Siguió un prolongado silencio que tranquilizó a los que
escuchaban. Momentos después emprendían nuevamente la marcha hacia Melilla,
adonde llegaban al mismo tiempo que entraban horrorizados en Anual los primeros
fugitivos de aquella posición avanzada. A la caída de la tarde, desconocedores
aún del desastre, mirábamos desde nuestro campamento hacia Occidente,
pretendiendo ver Abarrán: la bruma nos lo impidió y el sol… que se ponía para
nosotros.
¡Dura
noche fue, también, aquella para Sidi-Dris!
Muy
de mañana volvíamos al trabajo al día siguiente y fuimos sorprendidos al
encontrarnos a casi todas las fuerzas indígenas del territorio en marcha
forzada hacia Anual; nuestra perplejidad aumentó al ver que los oficiales
acudían a nosotros ansiosos de noticias. Nosotros nada sabíamos, ellos nos
enteraron… La confirmación nos la dio el infortunado coronel de Estado Mayor D.
Gabriel Morales, con una sola pregunta: ¿Y Sidi-Dris?... de la que dedujimos la
pérdida de Abarrán.
La
noticia del hecho insólito llegó con la rapidez del rayo a las más apartadas
kábilas de la zona sometida; por los poblados y en la Plaza misma corrió un
estremecimiento de temor y desconfianza. Una columna de 2.000 hombres,
aproximadamente, al mando del coronel Manella, del Regimiento de Caballería de
Alcántara, y formada en su mayor parte por los destinos de plaza y cuerpo,
desfilaba por la calle de Alfonso XIII, devolviendo la tranquilidad a los
espíritus más frívolos, no así a los más perspicaces que vieron en ella la demostración
de nuestra escasa fuerza. En el ánimo de todos los españoles no había más que
un anhelo: el de un inmediato y ejemplar castigo de la harka traidora…
Pero, ¿podíamos aventurarnos a un fracaso cuando detrás de nuestras tropas y
atenazándonos contra el enemigo se alzaba misterioso el fantasma de Beni-Said y
sentíamos la general expectación de las kábilas sometidas?... España y
Kaddur-Baamar, leal jefe hasta entonces de la de Beni-Said, habrían de dar la
respuesta…
En
los días que siguieron a la pérdida de Abarrán nuestras compañías fortificaron
algunas nuevas posiciones a retaguardia y reforzaron las defensas accesorias de
casi todas las de primera línea, pues el enemigo, crecido y envalentonado por
la victoria y la impunidad, amenazaba con nuevos ataques a Yebel-Uddia,
posición B. Izummar, Anual, Dar-bu-Meyan, y especialmente a Igueriben, a la que
hostilizaban con tenacidad. Los servicios de seguridad, las descubiertas y los
convoyes daban lugar a frecuentes escaramuzas que, generalizándose, llegaban a
ser duros combates en los que las fuerzas de vanguardia, indígenas la mayor
parte de las veces, sufrían considerables bajas. Este excesivo y continuado
castigo es indudable que, a la larga, habría de relajar la moral de las mismas.
Entretanto,
el enemigo seguía en aumento y se organizaba a las órdenes de
Sidi-Mohammed-Ben-Abd-el-Krim, amigo antes, y al servicio de España durante
algunos años, como “juez de jueces” de la Oficina Central de Tropas y Asuntos
Indígenas de Melilla.
No
era Abd el-Krim el de mayores prestigios entre los jefes de Beni-Urriaguel; mas
ambicioso y no exento de talento, eligió el momento preciso de nuestra
debilidad y confianza máximas para asestarnos traidoramente el golpe de Abarrán
que, pregonado de zoco en zoco, juntamente con tendenciosas proclamas del
estado de indefensión de España, invitaban a la guerra santa al pueblo fanático
e ignorante que, colmando la ambición del cabecilla, acudía a engrosar la harka
frente a nuestras posiciones avanzadas de Tensaman[2].
Emisarios en gran número recorrían, a la vez, las kábilas sometidas,
excitándolas al levantamiento general…
Hemos
dicho que, consecuentemente con la pérdida de Abarrán, se rectificó nuestra
primera línea de posiciones. El Comandante General dirigió personalmente la
ocupación de Taliti, posición intermedia entre Anual y Sidi-Dris, ocupándose de
su fortificación las compañías de zapadores de Anual, al mando del Jefe de
Ingenieros del sector, cargo en que alternaban los comandantes Alzugaray y
Bengoa. El General segundo Jefe, Barón de Casa-Davalillos (a cuyas inmediatas
órdenes quedaron el coronel, Ingeniero comandante D. José López Pozas y el
teniente coronel D. Luis Ugarte), eligió los emplazamientos de las que se
llamaron posiciones “A y B” fortificadas respectivamente por las compañías de
García Andújar y Ponce de León, que las guarnecieron entretanto llegaron las
Unidades de Infantería destinadas a tal cometido; el mismo General, días
después, ocupó Igueriben, donde trabajaron reunidas las tres últimas compañías
de Ingenieros que acabamos de citar.
El
enemigo seguía creciendo moral y materialmente. España había dicho: “Ni un
hombre más”… Y la desconfianza y el pesimismo, exteriorizados sin recato por
unos y otros, nos empequeñecían, quebrantando la mutua fe, base imprescindible
de toda superioridad.
Tales
fueron las impresiones con que volví a Melilla a mediados de junio una vez que
mis trabajos quedaron terminados.[3]
Las
compañías de zapadores daban entonces atención preferente a la terminación del
camino de Anual, por donde tenían que pasar casi todos los elementos de nuestro
ejército en breve plazo… La Orden de la Comandancia de Ingenieros del día 25 de
junio transcribía en su artículo 1º la siguiente felicitación:
El
Excmo. Sr. Comandante General de este territorio, en oficio (Sección campaña)
fecha 22 del actual, me dice:
El
General, segundo jefe, me da conocimiento de que en el día de ayer regresó
desde Anual, saliendo en coche ligero del pie mismo del campamento, lo que
evidencia la labor llevada a cabo en el camino en construcción, para la unión
de los tajos encargados del mismo, habiéndome producido viva satisfacción que
transmito a V.S. para conocimiento de las tropas que lo han ejecutado,
esperando poder felicitarlas muy en breve a la terminación de su obra que
permitirá la apertura del camino a los camiones automóviles.
Transmito
a todos los sufridos zapadores e infantes agregados tan justa y sentida
felicitación, esperando de su espíritu y perseverancia la pronta terminación de
esos trabajos que tanto han de facilitar la misión del resto del ejército en la
consecución de sus principales fines.
El Coronel.-López y Pozas
Tres días más tarde llegaban los camiones a
Anual, siguiéndose el perfilado del camino activamente. Como jefe encargado de
las compañías quedaba, por orden expresa del Alto Mando, el comandante del
sector.
III
Atrincherado
el enemigo que cercaba a Igueriben, hizo imposible la llegada del convoy a esta
posición el día 18 de julio y malogró los intentos que al mismo fin y con más
fuerzas de protección se hicieron los días 19 y 20.
La
situación era gravísima. El General Fernández Silvestre en la madrugada del 21
marchaba para Anual a ponerse al frente de las tropas y liberar a Igueriben,
donde sin agua, sin alimentos y rodeados de animales muertos en plena putrefacción,
luchaba heroicamente y esperanzada de socorro la valiente guarnición.
El
convoy no llegó. Igueriben recibió la orden de ser evacuada. Trágica evacuación
en la que fueron aniquilados los defensores. Aquella tarde las compañías 1ª y
4ª de zapadores acudían desde Izummar a proteger la retirada del convoy; con
tal ardimiento y espíritu que, tanto ellas como las 2ª y 5ª que cooperaban al
mismo fin fueron felicitadas con el mayor entusiasmo por todos los jefes y
oficiales de la columna. Por la noche, Anual quedó sitiado, cortado el camino,
levantada en masa la kábila de Beni-Ulixek, que se unió a la harka. El
General, consciente de la situación, reunió a todos los jefes de la columna; se
decidió que el campamento fuera abandonado al amanecer, simulando las fuerzas
la salida de un convoy u operación de objetivo a retaguardia.
El
material de artillería y todo lo que pudiera ser un entorpecimiento en el
camino fue destruido, cuidando de no emplear el fuego para evitar que el
enemigo se percatara del plan. Las noticias de envíos urgentes de fuerzas desde
Ceuta dieron lugar en las primeras horas de la madrugada a una primera
contraorden: Anual debía resistir hasta recibir auxilios.
Desde
el amanecer, grupos numerosos de enemigos descendían al valle del Uad-el-Quebir
y ocupaban las alturas dominantes del camino de Izummar a Anual, mientras los
contingentes más próximos iniciaban un ataque a fondo contra este último
campamento… Ordenó el General el recuento de municiones de boca y guerra: la
defensa no podría sostenerse más de veinticuatro horas… A las diez de la mañana
comenzó la evacuación.[4]
Las cuatro compañías de Ingenieros, que tanto se
habían distinguido la tarde anterior, constituían la vanguardia de la columna
en retirada. El comandante Alzugaray, que las mandaba, llevaba órdenes
reservadas del Comandante General para el General Navarro, que precipitadamente
abandonaba la plaza dirigiéndose a Drius cuando tuvo noticias del giro de los
acontecimientos.
¿Qué consecuencias podrían esperarse de aquella
retirada del ejército entero, batido por el enemigo que ocupaba las
crestas y al que se unían, en gran parte, las fuerzas indígenas encargadas del
flanqueo y las kábilas todas que esperaban a nuestras tropas sobre las armas,
fusilándolas impunemente?...
Grande fue el desorden en el trágico desfiladero.
La confusión era tal al llegar a Izummar, que difícilmente podría saberse el
cometido asignado a las distintas Unidades… Nuestras compañías, con sus
oficiales al frente, quedaron embebidas entre los elementos dispersos de la
columna, conservando la cohesión posible…
La noticia de haber caído en poder del enemigo el
General y todo su Estado Mayor antes de abandonar Anual, corriendo con
velocidad muy superior a la columna, llevó a ésta al máximo desaliento.
Al atravesar los profundos barrancos entre
Izummar y el Morabo de Sidi Alí, Ponce de León fue herido mortalmente.
El alférez D. Julián Romero, joven y entusiasta
oficial, acudió presuroso con un grupo de zapadores a recoger a su capitán, y
con él anduvieron escasamente 300 metros… El fuego enemigo abatió al grupo
estoico; y, en un montón, quedaron confundidos sus cuerpos, sobre la roja
tierra del desmonte, roturado por ellos mismos poco antes.
¿Dónde se detendría el alud?
¿Y aquellas otras posiciones, de guarniciones
reducidas, aisladas en los picachos envueltos por las nubes: Mehayast,
Yebel-Uddia?... También eran abandonadas. García Andújar había salido muy de
mañana a Yebel-Uddia desde Ben-Tieb; tenía orden de fortificar una nueva
posición en las alturas próximas, desde donde pudo hacerse cargo de la magnitud
del desastre: Igueriben, Anual, la posición “B”, eran inmensas hogueras… Y
allí, donde debiera haberse encontrado a nuestras fuerzas, fue sorprendido y
cercado por el enemigo. Rompiendo valientemente el cerco y batiéndose en
retirada, comenzó el descenso hacia el camino de Ben-Tieb, incorporándose a la
columna ¡Había tenido más de 60 bajas!
Una gran detonación producida por la voladura del
depósito de municiones de Ben-Tieb anunciaba en Drius que la retirada se continuaba
sobre el Kert.
En aquel funesto día 22 de julio, la fatalidad
reunía en Drius a todas las compañías de zapadores de la Comandancia de
Melilla, y al escaso personal de las compañías de telégrafos de la red, campaña
y expedicionarias del Batallón de Radiotelegrafía que llegaron con vida de las
posiciones evacuadas de modo tan inesperado. Aguirre, como capitán más antiguo,
formó las fuerzas, las arengó convenientemente y, por teléfono, dio cuenta a
nuestro coronel de las bajas habidas: un capitán, un alférez, tres sargentos,
un trompeta, cuatro zapadores de primera y 117 de segunda.[5]
Atraído por los acontecimientos anteriores a la
caída de Igueriben, Eguía, interrumpiendo su licencia por enfermo, salió de
España el día 21; con él vinieron los tenientes recién destinados, Martínez
Fernández (D. Aurelio), Perera y Forero; recibió el primero la orden de cubrir
la baja de Ponce de León, y los dos últimos la de incorporarse a sus compañías
en Drius. Los tres llegaron a Batel en el primer tren el 23, día en que el
teniente coronel Ugarte acompañado del capitán de la red, Arenas (D. Félix), se
dirigían asimismo a Drius al encuentro de las tropas.
La comunicación telefónica Batel-Drius era
perfecta. Ninguna noticia acusaba hostilización del enemigo, ni proyectos de
evacuación del campamento, donde el General Navarro reorganizaba los efectivos.
En dirección a Monte Arruit pasaban escuadrones
de Regulares en correcta formación; infantería de estas fuerzas embarcaba en
Tistutín en el tren descendente. Un grupo de camiones que se dirigía a Drius se
había detenido. Se decía que el Burrahai con su gente interceptaba el paso del
Igan. Eguía se cuidaba entretanto de ir evacuando en otros camiones a los
heridos que habían llegado el día anterior. Ordenó el comandante Fernández
Mulero, jefe del servicio de automóviles, la salida de los que estaban
detenidos; a estos camiones seguía el coche con el teniente coronel Ugarte y
capitán Arenas que, como aquellos, fracasaron en su intento; hubieron de volver
a Batel.
Protegidos por escuadrones de Alcántara
aparecieron a lo lejos, procedentes de Drius, los primeros vehículos de la
impedimenta de la columna Navarro; de Drius a Batel cargaron aquellas fuerzas
repetidas veces sobre los rebeldes de M´Talza. A su paso por Batel se unieron al
convoy todos los camiones y coches rápidos que allí había, continuando la
marcha hacia la estación de Tistutín, para internarse seguidamente en la
llanura del Garet.
Todas la fuerzas se replegaron sobre Arruit. El
teniente coronel Ugarte y el capitán Arenas llegaron a caballo a la estación de
Tistutín, sorprendiéndose de encontrar todas las dependencias, poblado y
campamento totalmente abandonados.
Más camiones abarrotados de heridos irrumpían en
la llanura, donde eran hostilizados por el enemigo, aunque con menor intensidad
que lo fueran en el trayecto Drius-Batel, por los M´Talzas, Kelachas y
Benibuyahis; brevemente se detenían a recoger algún herido que interceptaba el
paso…
En Tistutín, un sargento de Infantería, tendido
en el camino, herido en las piernas, en vano hacía señas a los ocupantes de uno
de ellos envuelto en la densa polvareda de la marcha…
Arenas, en un gesto sublime, corre[6]
al herido, lo monta en su caballo, y entregándole las riendas, lo encamina
hacia Arruit. Él se queda en Tistutín; toma el mando de la posición y espera a
la columna del General Navarro que, en ordenada retirada, llega a Drius.
En su heroísmo consciente, inquebrantable, hay
tan altas y raras virtudes, que más que héroe, se le podría llamar santo.
El gran quebranto del ejército de operaciones
había de llevar consigo la pérdida irremediable, por el momento, de todo el
territorio conquistado a fuerza, más de generosidad que de cruentos y estériles
derramamientos de sangre; habíamos sembrado el bien, recogíamos, en cambio, la
ingratitud y la traición. En nuestra excesiva confianza, la zona, y aun la
Plaza misma, estaban casi desguarnecidas. El organismo que fue ejército había
sido deshecho en la retirada de Anual; sus elementos de guerra, en uso unos e
inutilizados los demás, eran ya del enemigo.
Y de aquellos núcleos maltrechos que heroicamente
defendían las posiciones y florecientes poblados de Batel, Arruit, Zeluán y
Nador, ¿qué esperar? Fatalmente sucumbieron como Sidi-Dris, como Afrau, como
las posiciones de Beni-Said, como tantos otros pequeños destacamentos de los
que no ha llegado a nosotros la menor noticia. El auxilio oportuno fue
imposible… El pueblo-hiena, exacerbados sus apetitos y sus instintos por el
fanatismo, cumplía el mandato del Profeta contra los infieles en el sendero de
Dios: “Matad a los idólatras, como os matarán ellos a vosotros…”
¡Qué espantosa tragedia! Sin precedente, sin
justificación, totalmente incomprensible si se atiende a la calidad de uno y
otro contendiente.
Las referencias de algunos, entre los pocos, que
lograron evadirse durante las sangrientas capitulaciones nos hicieron concebir
grandes horrores, mas nunca llegamos a imaginar cuadros tan inhumanos como los
que la realidad nos ha mostrado después en Nador, Zeluán y Arruit, donde
nuestra Bandera, a media asta, ondeaba nuevamente sobre miles de mártires.
Jesús Aguirre, único oficial de los nuestros cuya
situación es conocida, prisionero en Axdir con el General Navarro, nos ha dado
noticia de episodios heroicos de la lucha y notas que demuestran el alto nivel
moral de nuestros compañeros y nuestras tropas. He aquí algunos:
El capitán Arenas y el teniente Fernández mueren
cerca de Monte Arruit combatiendo bravamente en la retaguardia de la columna
que se retiraba desde Tistutín. Durante el sitio de Arruit, una granada enemiga
pone fin a los sufrimientos del joven capitán Maroto, que había sido herido ya
gravemente en el vientre en la defensa de Tistutin, y muere asimismo el alférez
D. Casimiro Gil. En la capitulación fueron vilmente asesinados los tenientes
Martínez Fernández (D. Aurelio) y Albert cuando salían al frente de sus tropas,
en la misma puerta del reducto.
En Zeluán, con un puñado de valientes soldados de
Aeronaútica, defendiendo el aeródromo, muere también gloriosamente el alférez
D. Ángel Martínez Cañadas… De todos los demás, de quienes ciertamente se supo
que llegaron a Arruit, a excepción del alférez Cortés, que se defendió con sus
soldados en Zeluán, ninguna noticia concreta ha llegado. El no aludirlos
Aguirre en las cartas que a continuación se extractarán, nos ha hecho pensar,
acogiéndonos siempre ansiosos a una esperanza, que acaso alguno se haya salvado
y a su seguridad no convenga ni siquiera mencionarlos desde donde la censura
enemiga vigila atenta.
Los datos que siguen precisan lo que sabemos
respecto a cada uno de nuestros compañeros; mártires del honor militar,
siguieron en el desastre los dictados de su conciencia, acordes con la
tradición que representaban; grabaron así la nota más bella, la más triste
quizá, por la esterilidad de su sacrificio.
Ellos nos han enseñado, al dar sus vidas junto a
las de tantísimos soldados de España, hasta qué límites ha de llegar el
holocausto por la Patria cuando el valor y el honor se aúnan para dominar los
instintos humanos.
1ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Francisco Nueve Iglesias Senra. Se
hallaba en Anual al iniciarse la retirada, luchando últimamente en Monte-Arruit
hasta la capitulación, ignorándose su actual situación.
Teniente D. Aurelio Martínez Fernández. El mismo
día de iniciarse la retirada de Anual, se incorporó a la Comandancia de
Melilla, recién destinado; luchando últimamente en Monte-Arruit y pereciendo en
la matanza al capitular, fue identificado su cadáver al reconquistarse dicho
punto y enterrado el 26 de octubre en Melilla.
Teniente (E.R.) D. Antonio Albert Amat. Se
hallaba en Anual al iniciarse la retirada; murió en Monte-Arruit como el
anterior; su cadáver fue identificado y enterado en los mismos sitios y fechas
que el teniente Martínez Fernández.
2ªCompañía de zapadores.- Capitán D. Jesús Aguirre Ortiz de Zárate. Al
iniciarse la retirada se encontraba en Anual, y luchó en Monte-Arruit hasta la
capitulación; está prisionero en Axdir con el General Navarro.
Alférez D. Alejandro Mateos Martín. Se encontraba
en Anual al iniciarse la retirada y luchó
en Monte-Arruit hasta su capitulación; se ignora su situación actual.
3ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Agustín García Andújar. Se hallaba
cuando se inició la retirada de Anual fortificando una posición en las faldas
de Yebel Uddia (camino de Anual); luchó últimamente en Monte-Arruit hasta su
capitulación; se le supone muerto en dicho punto y enterrado en esta posición
el 27 de octubre.
Teniente D. Antonio Noreña Ferrer. Se hallaba en
los mismos puntos que el anterior y se ignora su situación actual.
Alférez D. Casimiro Gil Vicent. Se hallaba en el
mismo sitio que los anteriores y murió durante el sitio de Monte-Arruit, donde
se identificó su cadáver, siendo enterrado en Melilla el 26 de octubre.
4ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Dionisio Ponce de León. Se hallaba
en Anual al iniciarse la retirada y murió luchando entre Izummar y el Morabo de
Sidi-Alí.
Capitán D. José Eguía Chinchilla. Se encontraba
en Anual al iniciarse la retirada y marchó al día siguiente a cubrir la baja
anterior; luchó en Monte-Arruit hasta su capitulación. Se le supone muerto y
enterrado en dicho punto el 27 de octubre.
Alférez D. Julián Romero Gómez. Se hallaba en
Anual al iniciarse la retirada y murió cuando conducía herido a su capitán en
la retirada entre Izummar y el Morabo.
5ª Compañía de zapadores.- Capitán D. José Maroto González. Se encontraba
en Anual al iniciarse la retirada y murió en la defensa de Monte-Arruit.
Exhumado su cadáver por el enemigo en la capitulación, fue después identificado
y enterrado en Melilla el 26 de octubre.
Teniente (E.R.) D. Emilio Fernández Sánchez Caro.
Se hallaba en Anual al iniciarse la retirada y murió en las proximidades de
Arruit, en la retirada desde Tistutin. Su cadáver fue identificado y enterrado
en Melilla el 29 de octubre.
Alférez (E.R.) D. Ramiro Cortés López. Se
encontraba en Anual al iniciarse la retirada y se defendió últimamente con sus
soldados en la Alcazaba de Zeluán, socorriendo en varias ocasiones a la
guarnición del aeródromo; se ignora su situación actual.
6ª Compañía de zapadores.- Capitán D. Roberto Escalante Marsal. Al
iniciarse la retirada de Anual se encontraba en Drius, y luchó últimamente en
Monte-Arruit hasta su capitulación; se ignora su actual situación.
Teniente D. José Parera Forero. El día que se
inició la retirada de Anual, se incorporó a la Plaza, donde había sido
destinado recientemente, y luchó en Monte-Arruit hasta su capitulación; se
ignora su actual situación.
Compañía de Telégrafos de la Red.- Capitán D. Félix Arenas Gaspar. Cuando se
inició la retirada de Anual se encontraba en Melilla, y murió en las
proximidades de Monte-Arruit, en la retirada desde Tistutín. Se ignora su
actual situación.
Sección de Aeronaútica.- Alférez (E.R.) D. Ángel Martínez Cañadas.
Cuando se inició la retirada de Anual se hallaba en el aeródromo de Zeluán,
luchando últimamente en la defensa del aeródromo; se ignora su actual
situación.
En la reconquista de Monte-Arruit la triste y
caritativa misión de identificación de nuestros oficiales y soldados estuvo a
cargo de una sección compuesta de clases y soldados que fueron de las diversas
compañías, al mando del capitán D. Joaquín Cantarell Bordalba, a la que se
unieron varios oficiales de esta Comandancia. El capitán Cantarel, por la
prolijidad, acierto y delicadeza con que cumplió su difícil misión, mereció de
todos las mayores alabanzas.
Fueron asimismo identificados y enterrados el 26
de octubre en Melilla, junto a los anteriores oficiales, las siguientes clases
y soldados:
Sargento, Manuel Mendía Martín.
Idem, Manuel Maestre Rubín de Colis.
Idem, Eusebio Segoviano Núñez
Cabo, José Álvarez Calamino.
Idem, Antonio González Malle.
Soldado de primera, Juan Muñoz Zarco.
Idem de segunda, Francisco García García
Idem de id., Carlos Pons Micó.
Idem de id., Canuto Lorenzo Huerga.
Bien quisiera añadir a estas listas otras más
extensas que dieran algo de luz sobre el paradero de nuestros soldados; mas hoy
esta labor, encomendada a la Oficina Especial de Información, encuentra grandes
obstáculos por la carencia de noticias concretas. Algún día, quizás no lejano,
esperamos poder publicarlos.
En el triste acto del sepelio de los que fueron
oficiales, clases y soldados de Ingenieros, cuyos nombres hemos dado, se
procedió también al enterramiento de “un Ingeniero no identificado” en recuerdo
de todos los demás a quienes fue imposible identificar y que recibieron
sepultura en Monte-Arruit juntamente con los compañeros de infortunio; labor
esta última que cupo la triste honra de cumplir a las compañías expedicionarias
del 1er Regimiento de Zapadores Minadores.
IV
Las cartas que Aguirre ha escrito desde su
cautiverio nos dan a conocer las acciones más salientes de algunos de nuestros
héroes; por eso, aunque conocidas por la mayor parte de los jefes y oficiales
del Cuerpo, no dudamos en extractar a continuación las tres más importantes.
De la tropa… Esas admirables tropas nuestras que
tan bizarramente se han batido siempre, afianzando su historia y su tradición,
nos han llenado de legítimo y justificado orgullo. Seguidamente a las cartas de
Aguirre, publicamos el concepto que merecieron a los jefes de otras armas y
cuerpos que apreciaron justamente sus actos y elogiaron sus virtudes.
Primera carta del capitán Aguirre al coronel
López y Pozas.-
“… Ayer escribí una carta a Agudo que
probablemente no podría recoger, pues el cañonero salió muy pronto, en la que
hice una relación sucinta del comportamiento del pobre Arenas, proceder
verdaderamente heroico, caso indiscutible de laureada. El General, en cuyo
Estado Mayor he formado, por baja de estos Oficiales y con mi calidad de
diplomado, está decidido a pedirla para él, siendo unánime la opinión de todos
los Oficiales…”
Segunda carta del capitán Aguirre al comandante
Alzugaray.-
“… Ayer escribí al señor Coronel. Salúdele en mi
nombre así como a todos los compañeros. A estas horas supongo sabrán todo lo
que yo sé de la suerte de nuestros pobres compañeros y algunos detalles del
heroico comportamiento del pobre Arenas…”
Tercera carta del capitán Aguirre al capitán
Agudo.-
“… Respecto a Arenas, te diré lo siguiente: Nos
lo encontramos en Tistutin, en donde se quedó por su propio espíritu, pues
ninguna obligación tenía de estar allí. Estaba de Jefe de la posición, aunque
luego vino otro más antiguo que él. La posición se dividió en tres sectores:
uno la pajera, que era el de más peligro, pues en el paso de la carretera y
dentro de ella no se podía vivir, él lo organizó todo muy bien con caminos
cubiertos, disminuyendo el número de bajas, pidió estar allí perpetuo; se le
dio una compañía formada por tropas de Infantería y unos 70 u 80 Ingenieros;
levantó enormemente la moral de la tropa, haciendo los relevos de la guardia
como en el cuartel; la gente llegó a adorar en él. Una tarde se trató de quemar
un almiar de paja desde nos paqueaban horriblemente, y él salió completamente
solo con unas cuantas latas de petróleo que yo le iba dando desde el parapeto
sucesivamente; quemó toda la paja, así como una tienda en donde había unos
cadáveres que olían espantosamente, todo con una sangre fría que ponía los
pelos de punta; no te puedes imaginar lo bien que trabajó hasta que me encargó
a mí de las comunicaciones, en donde tuve la suerte de encontrar la ansiada
comunicación con Arruit; estuvo trabajando como un negro, dando ánimos a los
telegrafistas, colocándose encima de los montones de sacos de paja que había en
la posición y en donde era materialmente imposible la vida, por la lluvia de
balas que a todas horas caían. Cuando se hizo necesaria la retirada, por la
falta de agua, él pidió enérgicamente la retaguardia con la compañía que antes
te indico; estuvo en la posición hasta que salió todo el mundo, y esto lo vi yo
perfectamente, que salí momentos antes que él; es decir, que salió casi
mezclado con los moros. Hasta el edificio de la Colonizadora fue todo
admirablemente, iba haciendo fuego por descargas a la voz, llevando a la tropa
en la mano; en fin, una preciosidad. Llevaba dos tenientes, a Fernández, que
murió en la retirada; a Albert, que fue herido en un brazo a mitad del camino,
y dos de Infantería que también fueron heridos. A partir del edificio que te
digo, el enemigo aumentó bastante, nos rodeó y desertó la Policía que
llevábamos, con lo que aumentó la confusión; influyó notablemente el hecho de
que a Arenas se le acabaran las municiones, y las que se mandaron no llegaron a
tiempo porque la confusión y el número de bajas fue enorme. Él cogió una
carabina, y animando a la poca gente que llevaba, fue fusilando materialmente a
los moros que nos cercaban; todo esto con una herida leve, creo que en una
pierna. Ya a un kilómetro de Arruit se vio envuelto y copado, muriendo de un
tiro en la cabeza a boca de jarro. Yo no te puedo decir más sino que los dos
tenientes de Infantería que venían con él, Calderón y Sánchez, entraron heridos
en Arruit, y casi sin poder respirar se dirigieron al General, diciendo: “Mi
General, la laureada para el capitán Arenas”; todo el mundo coincidió en lo
mismo; pero entiendo que el único que puede hacer alguna cosa en este sentido
es el Barón, que, como te digo, está completamente decidido a pedirla. No
tengáis cuidado. Esto que os digo es únicamente para satisfacción de todos y de
su propia familia, que reciba ésta antes de marcharse. Y muchas gracias por
todo. Da recuerdos en la Plaza a todo el mundo.
Tu buen amigo y compañero, Aguirre.- 29-8-1921”
Orden de la Comandancia del día 10 de agosto de
1921.-
Artículo único.- El teniente coronel, primer jefe de la brigada
disciplinaria de esta Plaza, Comandante militar de Nador, en oficio me dice:
“Durante los diez días que duró el bloqueo de la
fábrica de Nador, donde se encontraban a mis órdenes fuerzas de diversas armas
y cuerpos, se distinguió por su brillante comportamiento, haciendo gala de
arrojo y valor a toda prueba el cabo guarda-parque de aquella Plaza Jesús Taboada,
resultando herido en la muñeca izquierda cuando hacía fuego desde una de las
ventanas del piso bajo, todo lo cual honra al Cuerpo a que pertenece, y debe
servir a todos de estímulo y satisfacción.”-
Complázcome mucho en hacerlo público en la Orden del
Cuerpo de hoy, con mi más efusiva felicitación al cabo Tabeada; sírvale esto de
satisfacción y de estímulo para todos.-
El Coronel, López Pozas.
Orden de la Comandancia del día 17 de agosto de
1921.- Artículo único.- El comandante del cañonero Laya,
en oficio 31 de julio pasado, me dice:
“Tanto durante las noches del 23, 24 y 25 del
corriente, transmitiendo yo señales por el farol “Sccot” a la posición de
Sidi-Hossain y contestándome ella con cualquier luz o linterna improvisada,
como durante esos mismos días y mañana del 26, ellos con estación óptica y este
buque con un espejito corriente, han mantenido constante comunicación que ha
permitido el eficaz auxilio y salvamento. En el buque ese servicio no implica
mérito alguno, pero en la posición, bajo fuego enemigo que se recrudecía al ver
cualquier luz o señal, tiene valor muy grande, pues significaba, no solo su
celo y competencia, sino su decisión y su valentía.
“El jefe de esta estación se llama Basilio de
Frutos Ramos, sargento de Ingenieros, ignorando los nombres del cabo y soldado
auxiliares, todos salvados y actualmente en la Plaza. Cumplo un sagrado deber
en exponer a V.S. los méritos de ese servicio, verdaderamente decisivos e
indispensable para el salvamento realizado.”
El mismo comandante, en carta de fecha 15, me
dice:
“Campamento de la Restinga, 15 agosto de 1921.-
Sr. D. José López y Pozas.- Mi distinguido jefe y amigo: Incluyo copia del
escrito oficial que en 31 de julio elevé al General en jefe encomiando los
servicios de la estación óptica de la posición de Afrau. Yo, que soy testigo de
calidad, afirmo la gran utilidad de aquellas comunicaciones, bien y
valerosamente mantenidas bajo fuego enemigo, para el salvamento de los 130
hombres que pudimos recoger en un total algo mermado de 180. El Alto Mando
tiene además mi parte de campaña, copia literal de las más importantes
comunicaciones cruzadas. Mi barco estuvo tres noches y dos días largos ante
aquel pequeño y angustiado campamento sin perder de vista ninguna de sus
palpitaciones, pudiendo asegurar que, sin el sargento o cabo de Ingenieros
Basilio de Frutos Ramos, auxiliado por Cipriano García Ventura y Francisco Plá
Rodrigo, no se hubiera salvado nadie. De esta carta puede hacer siempre
el uso que estime conveniente. Oficialmente creo he dicho bastante, pero
tampoco tengo inconveniente en decir más.- Suyo affmo. amigo y subordinado,
Javier de Salas.”- Lo que me complazco en comunicar en la orden del Cuerpo de
hoy, con mi más efusiva felicitación a estos bravos telegrafistas, quienes, como
muchos de sus compañeros en casos análogos, aunque ignorados por haber
sucumbido, han cumplido con su deber.- Sírvanos de satisfacción a todos.-
El coronel, López y Pozas.
Orden de la Comandancia del día 4 de septiembre
de 1921.- Artículo primero.- El señor
coronel del Regimiento de Infantería de África me comunica, según parte que ha
recibido del Jefe del destacamento, pozo número 2 de Batel, que cooperaron
brillantemente a su defensa, con gran espíritu y entusiasmo, el cabo Rafael
Lillo Molina y soldados Jesús Martínez Terrio y Emilio Muniesa Amadón, de esta
Comandancia.
“El Comandante de dicho destacamento, cabo del
citado Regimiento de Infantería, Jesús Arenzana, en carta que me dirige, dice:
“Señor Coronel: Para satisfacción de mi propia conciencia y para conocimiento
de Vuestra Señoría, tengo el deber de comunicarlo lo siguiente: Como jefe de la
guardia del pozo núm. 2, sito entre Batel y Tistutin, testifico la valiente
conducta del cabo de ese Cuerpo, Rafael Lillo Molina y de los soldados Jesús
Martínez Torrio y Emilio Muniesa Amadón, ambos de la Comandancia de Ingenieros.
Desde el día 23 del pasado julio hasta el 5 del actual, en que, faltos de
municiones y víveres, hubimos de encontrar salvación burlando la vigilancia
mora. Diez días de hambre, cuatro ataques sufridos muy durísimos con ánimo
sereno, causando más de 40 bajas al enemigo, alejados 14 kilómetros de la
columna, con el único afán de defender el pañuelo percha, que simbolizaba
nuestra bandera y nuestros amores. Es inmensa la alegría que siento al ponerlo
en conocimiento de V.S. para honra del Cuerpo a que pertenecen y orgullo de sus
Jefes.”
“Aunque no se nombra en los escritos aludidos, es
digno también de mención el soldado Miguel Pérez Rivera que el 26 de julio
salió del pozo a la posición de Tistutin, por propio impulso, para comunicarse
con otras fuerzas, de cuya posición no le consintieron regresar. Estos hechos
corroboran lo que en Orden reciente publiqué; pues antes telegrafistas y ahora
zapadores, sostienen con ahínco nuestras gloriosas tradiciones, que tanto a
todos nos enorgullecen.
“Mi felicitación más efusiva para el personal
citado; recíbala también por este conducto el cabo de Infantería Jesús
Arenzana, que dedica palabras tan laudatorias a sus camaradas de Armas, y sirva
a todos de satisfacción, el deber cumplido.”
CONCLUSIÓN
Fue la pérdida de Abarrán presagio que hizo
claramente presentir la hecatombe… En el mes de junio, en el Gurugú, a 300 metros de la antigua
posición de Tagel-Magnin, se construyó un nuevo recinto que no llegó a
guarnecerse ni artillarse.
La retirada de Anual, por falta de dirección, de
confianza y fe mutua en la masa armada fue desastrosa en sí y en sus
consecuencias, e irremediable, por eso mismo, la pérdida inmediata de todo el
territorio. Melilla misma hubiera podido ser invadida y saqueada si España
entera, herida traidoramente no se hubiera aprestado con la mayor diligencia a
vengar el ultraje recibido, sin vacilaciones, sin regateos, con la voluntad
unánime y poderosa de un pueblo que sabe hacer honor a su Historia.
Los pesimismos cedieron paso a la confianza en el
triunfo, y el Ejército, fortalecido así material y espiritualmente, avanza de
victoria en victoria, castigando incalificables crímenes… ¿Hasta dónde? No
sabemos; pero ante el resurgimiento del espíritu tradicional de la raza puede
asegurarse que no habrá español que piense en limitaciones de la acción militar
mientras sobre miles de cadáveres insepultos veamos a lo lejos cernerse en
bandadas a los cuervos; mientras podamos ser ofendidos con elementos de guerra
que fueron nuestros; mientras quede un solo soldado cautivo y esclavo en poder
de los rifeños…
¿La acción política?... ¡Oh! De eso no
entendemos; mas presumimos que será labor de siglos; no terminará sino cuando,
en los más profundos senos psicológicos, quepa armonizar el mandato islámico
“matad a los idólatras…” con el cristiano, aún inobservado, de “Amaos los unos
a los otros.”
Antonio SARMIENTO
NECROLOGÍA
En la campaña que ha seguido a los sucesos
ocurridos en la zona de Melilla en julio último, ha sufrido nuestro Cuerpo
dolorosísimas pérdidas, que por diversas circunstancias han sido más numerosas
en pocos meses que las de anteriores campañas. Inauguramos aquí la triste serie
de las notas necrológicas correspondientes, con las de tres brillantes
oficiales: el teniente Martínez Fernández y el capitán Maroto, que perdieron su
vida en la región de Monte-Arruit, durante los días en que el alma nacional
estaba pendiente de este nombre, y la del capitán Capdequí, muerto en Beni-Aros
en enero del año corriente.
La vida militar del infortunado teniente Martínez
Fernández ha sido segada en sus comienzos por una muerte gloriosa; durante los
trágicos días de julio pasado dio muestra, en unión de otros tantos compañeros,
del sacrificio que impone el cumplimiento del deber, y al caer valerosamente,
de ignorado modo, deja ejemplo perdurable de honor militar.
El día 5 de agosto de 1921 sucumbió heroicamente
en la posición de Monte-Arruit, cercada por los moros, el capitán D, José
Maroto, que poco antes había cumplido veintiún años; su muerte fue causada por
la explosión de una granada enemiga. Los cadáveres del capitán Maroto y del
teniente Martín Fernández fueron identificados al recuperar nuestras tropas la
posición y sepultados en el cementerio de Melilla el día 26 de octubre última.
El capitán D. Mauricio Capdequí que mandaba la
quinta mía de Policía indígena de Larache, fue herido en la médula el 18
de enero de 1922 durante el combate de las avanzadas de Rof, siendo trasladado
a dicha plaza, donde falleció cristiana y tranquilamente el día 21 del citado
mes de enero.
El cariño de carácter familiar que establece el
compañerismo y la mutua convivencia, y el alto ejemplo que con su sacrificio
dieron nuestros compañeros, nos mueven a pedir para ellos un piadoso recuerdo y
una oración por su eterno descanso, que tan bien han merecido sus almas. El
MEMORIAL envía a las familias respectivas, con la expresión de su profundo
sentimiento, la del orgullo del Cuerpo, el poder escribir en su cuadro de honor
los nombres preclaros de los que tan noblemente supieron hacer honor a sus
juramentos a la Patria y al Rey.
EXTRACTO DE LA HOJA DE
SERVICIOS DEL TENIENTE DE INGENIEROS
Don Aurelio
Martínez Fernández
Nació el teniente Martínez Fernández en Oviedo el
8 de abril de 1899, ingresó en la Academia del Cuerpo en 1915, efectuando como
Alférez alumno un viaje de instrucción a Cartagena, Murcia y Madrid, y fue
promovido al empleo de Teniente al terminar el plan de estudios reglamentario,
en 1920.
A su salida de la Academia fue destinado al
Regimiento de Pontoneros, con el que asistió a las Escuelas Prácticas
verificadas en varios puntos de las provincias de Zaragoza y Huesca.
A mediados del siguiente año, 1921, fue destinado
a la Comandancia de Melilla, a cuya plaza se incorporó el 22 de julio. Marchó
el día siguiente a proteger la retirada de las tropas a consecuencia de los
sucesos ocurridos en las distintas posiciones de aquella zona, tomando parte en
diversos hechos de armas para repeler la encarnizada agresión del enemigo, y
sucumbiendo heroicamente en las proximidades de Monte Arruit.
Su cadáver, como decimos en otro lugar de este
número, fue identificado el día 24 de octubre en dicho sitio y recibió
cristiana sepultura en el cementerio de Melilla.
EXTRACTO DE LA HOJA DE SERVICIOS
DEL CAPITÁN DE INGENIEROS
Don José Maroto
González
Nació en Algeciras el 5 de mayo de 1899; ingresó
en la Academia de Ingenieros en septiembre de 1912; fue promovido a Teniente
del Cuerpo en junio de 1918 y destinado poco después al 2º Regimiento de
Zapadores Minadores. En octubre de 1919 fue designado, con otros Oficiales,
para seguir un curso en la Escuela Militar de Ingenieros de Francia, que
completó, no obstante su destino a la Comandancia de Larache, en febrero de
1920.
Ascendió a Capitán en julio del mismo año y fue
destinado al 4º Regimiento de Zapadores, en el que permaneció hasta enero de
1921, mes en que fue destinado a la Comandancia de Melilla; con este destino,
se inició para el capitán Maroto un periodo de gran actividad militar e ingeniera,
al que pusieron fin los terribles acontecimientos de Monte-Arruit.
Se incorporó el 14 de febrero a su compañía,
destacada en Anual, ocupándose en la ejecución de obras de campaña. Asistió
poco después a la ocupación de Dar-Buixas que fortificó, dejándola en
excelentes condiciones para su defensa. El 12 de mayo, formando parte de la
columna que mandaba el teniente coronel Marina, de Ceriñola, asistió a la toma
de Sidi-Dris y fortificó esta posición, regresando después a Anual. El 1º de
junio salió con su compañía formando parte de la columna mandada por el
comandante Villar, de la Policía Indígena, y con ella asistió a la ocupación de
Monte-Abarrán, que también fortificó, regresando seguidamente a Anual. El 3 de
junio asistió con la columna del teniente coronel Núñez del Prado a la
ocupación de Ras-el-Ful, que puso como las anteriores en estado de defensa;
pernoctó en ella, pero al día siguiente, en virtud de órdenes recibidas, se
ocupó en desmantelarla, fortificando en cambio las posiciones de Jalilid y su
avanzadilla; terminados estos trabajos regresó a Anual. Asistió el 7, a las órdenes del General
Navarro, a la toma de Igueriben, que fortificó, y efectuadas las obras de
defensa, volvió a su punto de partida.
Sobrevinieron poco después los acontecimientos
tristísimos de Anual, Igueriben y Sidi-Dris; el capitán Maroto con su fuerza,
siguió el movimiento de retirada de todo el ejército, hasta quedar encerrado en
la posición de Monte-Arruit, en la que, como ya hemos dicho, encontró la
muerte.
EXTRACTO DE LA HOJA DE
SERVICIOS DEL CAPITÁN DE INGENIEROS
Don Mauricio
Capdequí y Brieu
Nació en Lequeitio, Vizcaya, en 18 de julio de
1892; ingresó en la Academia en primero de septiembre de 1910, siendo ascendido
a teniente del Cuerpo en 25 de junio de 1915 y destinado en la propuesta de
dicho mes a la Compañía expedicionaria en África del 4º Regimiento de Zapadores
Minadores, pasando en febrero de 1916 al Regimiento mixto de Ceuta; en ambas
unidades prestó sus servicios como zapador; en abril del mismo año fue alta en
la Compañía de telégrafos de campaña, tomando parte como oficial de su Sección
Óptica en el combate del Biut en 29 de junio, por cuya acción se le concedió la
Cruz Roja del Mérito Militar. Sin dejar de pertenecer a dicha Compañía pasó
agregado en octubre del mismo año al servicio de obras de la plaza de Tetuán.
En febrero de 1917, al refundirse el Regimiento en la Comandancia de Ceuta,
continuó prestando el mismo servicio en ella.
En 11 de octubre de 1917 quedó supernumerario por
haber sido designado como Instructor de la mehalla sherifiana, donde continuó
hasta su ascenso a capitán en 5 de febrero de 1919 en la Comandancia de Ceuta
siguiendo encargado, entre otras obras, de la construcción de caminos en
Anyera, con personal moro exclusivamente, cesando en 25 de junio del mismo año
por destino al Regimiento de Telégrafos.
En agosto de 1920, pasó como alumno al curso de
pilotos de aviación. Cuando ya llevaba muy adelantado su aprendizaje en el
aeródromo de Tablada, sufrió el 22 de septiembre un accidente de importancia,
cuya convalecencia duró hasta enero de 1921, en que fue destinado a la
Comandancia de Badajoz; en marzo del mismo año al 1er Regimiento de Zapadores
Minadores, y en julio siguiente al 6º de la misma denominación, que acababa de
crearse y en cuyos trabajos de organización cooperó activamente.
Designada ya su Compañía para marchar como
expedicionaria a África a primeros de septiembre, fue nombrado telegráficamente
para organizar la quinta mía de contacto en la Policía Indígena de Larache (Beni-Aros),
desempeñando arriesgadas comisiones que dicho cometido exige, entre otras, la
de ocupar el Santuario de Yebel Alam, junto a la cueva donde yace el famoso
Muley Abdesselam; en este puesto recibió la mortal herida que le arrancó del
mundo de los vivos, aunque dando tiempo a su traslado a Larache, a que se le
prodigaran toda clase de auxilios espirituales, se avisase a su familia y
pudiera despedirse por escrito de ella, con serenidad impresionante, al darse
cuenta de que los seres amados, ya en viaje, llegarían más tarde que la muerte,
esperando ésta tranquilo, como un soldado, como un cristiano, como un bravo.
Con el capitán Capdequí desaparece un oficial de
valía excepcional en los varios aspectos de nuestra profesión. Tanto en los
servicios de nuestras tropas técnicas –zapador y telegrafista, en campaña
primero y en paz después- como en la rama de la construcción al dirigir
acertadamente una obra de extrema dificultad, y en el Servicio de Aeronáutica
más tarde, demostró su valía, su temple moral y lo completo de sus aptitudes.
Pero donde tuvo ocasiones de mayor lucimiento fue
en el mando y organización de tropas africanas. Su espíritu investigador y
curioso vibró (era su frase) al verse en presencia de la vida marroquí;
aprendió en breve plazo el árabe, en cuyo idioma llegó a expresarse con
suficiencia facilidad, y pronto fue un africanista de una talla a que el modo
de plantear nuestro problema africano nos tiene poco acostumbrados, descollando
su gestión en la primera etapa en la mehalla sherifiana de Tetuán, al frente de
una mía, que desde su creación había sido mandada por oficiales del
Cuerpo (Bastos, San Juan), y más tarde en la creación de la quinta mía de
Policía indígena, en Beni-Aros.
Deja escritos numerosos y originales trabajos
sobre la zona de Yebala; parte de ellos han visto la luz como artículos, bajo
seudónimo, y el resto es de esperar se publique en breve.
El haberle tenido como subordinado, conocimiento
que muy pronto se transformó en amistad sincera, me ha impulsado a pedir el
triste honor de ser el que trace, como póstumo homenaje, estas líneas en las
columnas del MEMORIAL, para cooperar a que perdure en la memoria de todos el
valor de los tesoros que pródigamente dio al Cuerpo.
J.LL.S.
[1] Foto:
Puente de hierro sobre el Kert, inmediato al campamento de Drius, construido
por las compañías de Zapadores de la Comandancia de Melilla.
[5] 2 fotos: (1) Puente viaducto en el camino de
Anual.-El General Navarro felicitando al coronel López Pozas por la buena
marcha de los trabajos. (2) Puente viaducto en el camino de Anual – Un
aspecto de los trabajos durante la construcción de este puente.
[6] En la revista “corre”,
entiendo “coge”
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